miércoles, 21 de diciembre de 2011

Demandas variopintas


En las extensas listas de paro en Aragón se encuentran profesionales en demanda de empleo de lo más variopinto. Ente ellas, un mayordomo, un consignatario de buques y cuatro marineros de pesca de altura. El consignatario y los cuatro pescadores lo tienen bastante crudo en nuestra región. De momento no hay mar y por el Ebro sólo circula el barquito de Belloch en los meses de verano, que va de puente a puente como en el juego de la oca. El caso del mayordomo es distinto. Sólo deberá tener paciencia y esperar al próximo día 22, a que se cante la lotería por los niños de san Ildefonso. Le sugiero al mayordomo cesante que ese día, o sea, mañana, se ponga el transistor cerca de la oreja y, al igual que hacen los empleados bancarios en busca de pasivo, esté al loro de lo que pueda ocurrir. Si el posible afortunado está cerca, poder atrapar la mosca por el rabo. Nunca se sabe. Personalmente me gustaría disponer de un mayordomo para que me hiciera esas faenas tan monótonas del hogar. Lo que ocurre es que mi sueldo no llega para poder disponer de un maestresala en nómina; y que, además de ello, en el improbable caso de tenerlo algún día, correría el riesgo de que a éste le diera por afiliarse a la UGT o a CC.OO. y me lo maliciasen. No hay nada peor que tener en casa personal de servicio maliciado por los sindicatos de ramo, sector actividades diversas. Podría ocurrir que me encontrara una tarde viendo por la televisión un programa sobre el apareamiento de las tortugas marinas de carapacho liso y, cuando menos me lo esperara, apareciera en la puerta del cuarto de estar el personal de servicio con una pancarta reivindicativa y una bandera colorada lanzando soflamas contra los abusos patronales y la tardanza en la firma del convenio colectivo. En consecuencia, pienso que es mejor que no me toque la lotería el día de san Demetrio, o como dicen los chupatintas: el 22 de los corrientes. Ya decía Julio Camba hace más de setenta años que “nuestra lotería es una lotería exclusiva para millonarios, ya que sólo un millonario puede invertir dos mil pesetas en un negocio tan aleatorio”. Y tenía razón.

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