lunes, 19 de diciembre de 2011

Hablar por boca de ganso


Hace pocos días, el diario “La Razón” venía a decir en portada que todos los españoles estábamos con el Rey. Vamos a ver: punto primero, ese periódico no puede hablar en boca de todos los ciudadanos. Punto segundo, en lo que a mí respecta, declaro que sólo estoy con el Estado de Derecho. Como dice “Escolar.net” hoy, “por cierta confusión interesada, llamamos “Casa Real” a una familia y nombramos a esas personas por su poco humilde morada; con “la Zarzuela” o “la Corona”, como exculpatorias metáforas. Así, cuando aparece una oveja negra en el palacio, siempre hay algún pelota dispuesto a argumentar aquello de ‘no confundir a la institución con las personas’. (…) La infanta Cristina, séptima en la línea de sucesión, era vocal del Instituto Nóos y copropietaria de una de las empresas que hoy investiga el juzgado”. Un fraile agustino solía argumentar en la aplicación de los correspondientes castigos, cuando algún alumno suyo era colaborador necesario para alguna chiquillada de otro condiscípulo, que “tanto peca el que mata como el que tira de la pata”. El fraile agustino, sin duda, se refería a lo que en Aragón se llama matacía, esa “ceremonia mondonguera” existente en los pueblos el día de la matanza del cerdo. La solución de mandar a la infanta y a su marido a Washington para evitar males mayores –dicen que la distancia es el olvido- se me antoja como una solución patética. El español nunca olvida y raramente perdona. Es por una pura cuestión genética. ¿Acaso los ciudadanos olvidaron en 1931 que Alfonso XIII se hubiese puesto al lado de Miguel Primo de Rivera en 1923? Sí, ya sé que existió el Pacto de San Sebastián. También sé que Juan de Borbón cruzó la frontera en un vano intento de ponerse al lado de las tropas rebeldes, y que al rey Juan Carlos lo catapultó al escenario de la Historia el general Franco. Aquella apuesta de un dictador por el nieto de un rey que había perdido su corona al abandonar España, salió bien como pudo haber salido mal. Es posible que a día de hoy gran parte de los ciudadanos estén a favor de la Monarquía Parlamentaria como forma de Estado. Pero ello no significa en modo alguno que el ciudadano, que paga impuestos y sufre una crisis económica tremenda derivada de la avaricia bancaria y de la corrupción política en algunas Comunidades Autónomas, deba hacer borrón y cuenta nueva sobre determinados actos de algunos miembros de la Casa Real si, como queda por demostrar en los Tribunales de Justicia, incurriesen en desafuero.

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