miércoles, 1 de febrero de 2012
Vivir en el lío
Le ha dicho Rajoy a Mas: “Vivo en el lío”, y éste le ha contestado: “Yo también, yo también”. Dicho así, uno tiene la sensación de que ambos políticos se han puesto a desmontar un olvidado reloj de Zapatero en el Palacio de la Moncloa y, al pretender montarlo de nuevo, les hubiesen sobrado piezas; o que se hubieran puesto a jugar una partida de ajedrez con fichas de parchís. Queda claro que ambos “salvadores de la Cosa Pública” están revolcados en una empalagosa crema catalana que les impide ver clara la salida del túnel. Rajoy pretende sacar adelante sus reformas prometidas y necesita de alguien, en este caso de CiU, para que colabore estrechamente y apruebe sus medidas en el Congreso, eso sí, tragando sapos y culebras y pasando por alto que tal coalición política votó en contra de su investidura. Agua pasada no mueve molino. Ya se ha confeccionado la ley de Estabilidad para meter en cintura el desmadrado gasto de las Autonomías. Ahora falta acometer otras dos reformas: la financiera, donde se primarán las fusiones bancarias y se atenderá sin rechistar a lo que señale Botín, y la laboral (“queda lo más duro y va a costarme una huelga general”), que según ya ha comentado posteriormente la ministra de Empleo, Fátima Báñez, “va a contar con el respaldo de todos los ciudadanos”. Esas cosas suceden cuando no se explican convenientemente en la campaña electoral y, una vez ganadas las elecciones, se tienen que hacer “por goteo” y con serena posología, o sea, una dosis cada viernes en desayuno, comida y cena, como si tratara el Presidente de hacernos tragar, por un lado, la milagrosa gragea de “laxen Busto”, para exonerar el vientre con ligereza y poder apretar más cada cinturón de los ciudadanos; por otro, la administración de unas gotitas en cada ojo de cloranfenicol oftálmico, para que podamos ver “lo más duro por hacer” de manera diferente a cómo la percibimos desde el fondo del pozo; quiero decir, con el optimismo de la señora Báñez. Entre el coste de una posible huelga general que vaticina un pusilánime Rajoy, que vive en el lío, y el respaldo a las nuevas medidas por parte de los ciudadanos, que predice Báñez, queda ese agujero negro del punto medio, donde habita la virtud. Yo no sé si uno y otra son conscientes de que, desde 2002 se han realizado siete millones de despidos y que el 60% de ellos han sido mediante despido exprés, como nos recordaban (“El País”, “Los equívocos del contrato único”, pág. 29) Valeriano Gómez y Luis Martínez Noval, economistas y exministros de Trabajo y Seguridad Social, el pasado martes 24 de enero. Si no lo han hecho todavía, deberían leerlo.
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