
D. Luis Antonio Gracia Lagarda, DNI 17797588G, Canónigo, Secretario del
Excmo. Cabildo Metropolitano de Zaragoza, Certifica: que, según consta en la Documentación
Capitular, D. Manuel Moneva Muela, de Almonacid de la Sierra (sic) suministra,
desde hace más de tres décadas, el vino de celebrar la
Santa Misa a (sic) la Catedral-Basílica
de Nuestra Señora del Pilar y al Santo Templo Metropolitano del (sic) Salvador
(La Seo) a plena
satisfacción de los celebrantes por su calidad y elaboración. Para que conste,
a los efectos oportunos, expido el presente Certificado, que firmo, hago
acompañar con el Vº Bº del Ilmo. Sr. Deán, y sello con el del Excmo. Cabildo
Metropolitano en Zaragoza a 10 de junio de 2013. El Secretario Capitular: ilegible. Hay en su
orilla inferior izquierda un sello ovalado de color violeta que dice Cabildo
Metropolitano de Zaragoza, con un escudo en su interior. En la parte superior
izquierda hay un membrete que dice Cabildo Metropolitano de Zaragoza. A su
izquierda, un anagrama donde se
representa un cordero coronado y lo que parecen unas banderolas. Más abajo, en
la parte izquierda: Rº 452 Fº 154, con los numerales hechos a mano.
Doy por hecho de que cada archidiócesis y cada diócesis
tendrán sus proveedores habituales. Hace poco, un pariente me regaló una
botella de Cermeño, D.O. Toro, producido en Bodegas Covitoro, y me aseguró que era el vino con el que
consagraban en la Catedral
y en las iglesias de Zamora. Pero entiendo que fue una manera de enfatizar.Lo
cierto es que en la diócesis de Zamora (304 parroquias) se utiliza un vino, de
entre 11 y 15 grados, que se encarga a la casa De Muller, fundada en 1851 y asentada en Reus, que fue la proveedora
oficial del Vaticano hasta hace pocos años. Se trata de un vino muy dulce
procedente de uva garnacha que mantiene relaciones comerciales entre bodega y
altar. La picaresca, sin embargo, ha jugado malas pasadas a los obispados de Castilla
y León. Luis González, en El
Correo de Zamora, recordaba un hecho que confirma esas pillerías: “De
Muller suministraba el vino a través de Renfe. Lo embarcaban en un tren, que se
detenía en distintas estaciones. Llegaba a Valladolid, y desde allí se dirigía
a Zamora. Todo eso obligaba a efectuar varios transbordos. Un sacerdote, David de las Heras, comentó que e vino
venía muy raro. Tenía otro sabor. Le contestamos que formulase las denuncias
que considerara oportunas. Y, así, se descubrió que, en varias paradas del
tren, algunas gentes rompían el lacre de las garrafas, sacaban cierta cantidad
de vino, rellenaban con agua lo hurtado y volvían a cerrar y lacrar. La
denuncia resultó efectiva”.
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