Castrillo Matajudíos, en la provincia de Burgos, es un
pueblo de 58 habitantes al que su alcalde, Lorenzo
Rodríguez Pérez, tras consultar con los vecinos, decidió cambiarle el
nombre por el de Castrillo Mota de Judíos desde las trece horas del 23 de
octubre de 2015 de forma oficial. De la misma manera, también cambió su escudo.
Es curioso que al libro de bautizos conservado en la parroquia le faltan las
hojas que van desde 1492 hasta 1532.
Alguien las arrancó para que no apareciesen, posiblemente, los nombres de los
judíos conversos. El 25 de mayo de 2014 se había hecho una consulta popular (coincidiendo
con las europeas) para tal cambio de nombre, con el visto bueno de la Junta de Castilla y León.
Durante la Edad Media
se había llamado Castrill de los Judíos. Con la toma de Numancia, el año 133 antes de J.C., Burgos y todo
aquello que hoy compone su provincia comenzó a ser romanizado. La toponimia
burgalesa, en consecuencia, procede del latín. De la misma manera son latinos,
o visigóticos, los topónimos derivados de castrum (campamento fortificado) que a partir del
siglo V se reemplazó por castellum:
Albacastro, Castellanos de Castro, Pecalba de Castro, Castrobarto,
Castroceniza, Castrogeriz, Castromorca, Castrovido, y los diversos Catrillos (de la Vega, del Val, de Murcia, de
Riopisuerga, de Rucios y de Matajudíos). Hay otros topónimos germánicos,
árabes, y de pobladores durante la Reconquista, Bascones (Condado de Treviño), etc.
Así, los derivados de la voz latina castrum
se reemplazaron por castellum, es
decir, lo que más tarde derivaría al castellano en castillo y castil: Castil de
Carrías, Castil de Lences, Castil de Peones, Orbaneja del Castillo, Urbel del
Castillo, Itero del Castillo, y Moradillo del Castillo. Otros nombres derivan
de torre: Tornadijo, Tordómar,
Tordueles, Rebolledo de la Torre,
etcétera; o por tudela, equivalente a
fortificación: Santiago de Tudela, Santa María del Llano de Tudela, en el Valle
de Mena (comarca de Las Merindades y
partido judicial de Villarcayo). En fin, Castrillo Matajudíos o Castrillo Mota
de Judíos ha tenido incursiones desafortunadas en el rótulo que avisa del
pueblo en la carretera y que, sin saber muy bien por qué, tiene intranquilos a
sus escasos habitantes. Hay algunos individuos, a los que supongo de
ultraderecha, que pretenden que el pueblo se siga llamando como antes y
aprovechan la oscuridad de la noche para poner pintadas en la nueva rotulación.
A mi entender, no habría que cambiar nada, es decir, dejar los nombres de los
pueblos como estaban. Bastante sonrojo causa a los demócratas que al pueblo
soriano de San Leonardo le añadiesen la coletilla de Yagüe, en honor al militar fascista responsable de los
asesinatos en masa de Badajoz; o que el toledano pueblo de Azaña fuese cambiado
por Numancia de la Sagra,
en un vano intento de borrar del mapa el apellido del segundo presidente de la
II República, don Manuel Azaña Díaz. En rigor, se podrán modificar los nombres de los
pueblos, pero no su historia.
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