En algo sí estaremos de acuerdo todos los españoles. A estas alturas y con los problemas que tenemos delante nos importa un carajo de quién son las Islas Salvajes situadas en el Océano Atlántico, si de España o de Portugal. En primer lugar, la mayoría de los ciudadanos no sabíamos de su existencia. En segundo, nos parecería una excentricidad hacer ahora un remake peliculero de lo que aconteció en el deshabitado islote de Perejil con aquel conflicto, el primero en el siglo XXI, que involucró a España y Marrueco durante el mandato de Aznar, cuando la ocupación de nueve días por parte de un pelotón de soldados marroquíes dio origen a la “Operación Romeo-Sierra”. El entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, hizo una comparecencia donde con acento grave pronunció aquello de “al alba y con tiempo duro de levante…”, para convertirse en el nuevo adalid de la imbecilidad. Fue, digo, algo tan “berlanguiano” como años antes lo fuese la astracanada del baño de Manuel Fraga en Palomares, que desternilló de risa hasta a Paco el de la bomba. Por el islote de Perejil solo se movían alacranes, víboras y las cabras de Rahma Achiri, una anciana que cruzaba todas las semanas para cuidar su rebaño. Pues bien, ahora resulta que España reclama las Islas Salvajes, pertenecientes al archipiélago luso de Madeira, cuya disputa se remonta a 500 años. Se trata de tres islotes, Salvaje Grande, Salvaje Pequeña e Islote de Fora, con un terreno árido, escasa vegetación, casi sin agua de boca y una superficie de poco más de 2,5 kilómetros cuadrados, situadas a 170 kilómetros al norte de Canarias y a 290 kilómetros al sureste de Madeira. Fueron descubiertas por el navegante portugués Diogo Gomes a su regreso de Guinea Ecuatorial. Sin embargo, España sostiene que Jean de Béthencourt, durante la conquista de Canarias por parte de la Corona de Castilla, había avistado estas islas, que entendía españolas y que ya aparecen en mapas antiguos. Curiosamente, desde Salvaje Grande, cuando no hay calima, puede divisarse la cumbre del Teide. Lo que no se entiende es que, si bien España reconoció oficialmente la soberanía portuguesa sobre esos islotes en 1977 tras varias negociaciones con la OTAN, las aguas continúen siendo un motivo de conflicto geográfico. Por otro lado, en 1938, la Comisión Permanente de Derecho Marítimo dio la razón a Portugal sobre su soberanía en esos islotes. España no recurrió esa sentencia al estar enfangada en la guerra civil. Por lo tanto, blanco y en botella. No se deben confundir las cosas cuando son de manera diferente. Así, las churras son conocidas por su carne y su leche, y las merinas, famosas por su lana de alta calidad. Pero mezclar ambas razas no resultaría productivo, ya que el resultado serían ovejas que no destacarían por carne ni por su lana. España y Portugal son (desde 1640 y tras su formalización en 1668 por el ‘Tratado de Lisboa’) dos naciones hermanas unidas por un entendimiento recíproco. Fue en 1668 cuando Gaspar de Haro y Guzmán, hijo de un sobrino del conde-duque de Olivares, plasmó su firma donde se formalizaba la secesión portuguesa y se establecía una línea fronteriza de 1.200 kilómetros. No hay más cera que la que arde y Margarita Robles lo sabe. Estoy al filo del vermú y no lo perdono. Que tengan un buen fin de semana.
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