Xosé
Perozo,
en su artículo “Medallas de quita y pon”,
publicado hoy en el diario El Progreso
a propósito de la Medalla de Oro de
Galicia concedida a la princesa Leonor
tras un año de formación militar en Marín, recuerda al lector la cantidad de medallas
repartidas durante el franquismo a troche y moche que, posiblemente, habrán acabado durmiendo el
sueño de los justos en las oficinas de empeño del Monte de Piedad. Es lo que
Perozo denomina como medallas de quita y pon, que “para unos -señala- será la
culminación de su vida pública o laboral, para otros un renglón más en el
currículum”. Y para la princesa Leonor será, tal vez, un suvenir de su paso
gallego como esos adminículos que llevan un imán de neodimio en su parte
trasera y se colocan en las puertas de las neveras. No cabe duda de que los viajeros
que los regalan, le hacen a aquellos que lo reciben un gesto sencillo de
consideración. Según sostiene Perozo sobre la princesa de Asturias, “en los
últimos años vive condenada a una frenética carrera de proyección pública sin
precedentes. Por su condición ni es dueña de su existencia desde el nacimiento
ni de sus actos ni de sus deseos. La veo como a una cristobita cuyos hilos
mueve algún perverso marionetista oculto entre las bambalinas de la historia”. Por cierto, también Aragón le concedió su medalla tras su paso por la AGM. Falta la medalla de la Región de Murcia cuando llegue a San Javier, pero todo se andará.
No sé, pero a mí no me gustaría vivir en su piel por nada del mundo. Por muchas medallas con
colgajos de diversos colores que la actual Heredera
pueda recibir en vida y los honores solo dispensados a muy contados españoles de sangre azul-borbón
por el mérito de su cuna, como dicen los de Tauste, no le arriendo la ganancia. A mí el único 'borbón' que me gusta es el "Jack Daniel's". Seguro, oiga.
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