Según la predicción apócrifa de san Malaquías, el último papa sería el número 112, Pedro II. Tales profecías fueron publicadas en 1595 por el monje benedictino Arnoldo Wion en su obra ‘Lignum Vitae’, consistentes en una lista de 112 lemas en latín que describen de manera críptica a los pontífices desde Celestino II (1143-1144) hasta un último papa conocido como Petrus Romanus que no sabemos a qué papa se refiere. Pero lo cierto es que León XIV hace el número 267 y todavía no se ha producido el vaticinio. Lo que sí se sabe es que en la silla de Pedro se sentaron 3 papas españoles: Dámaso I, que hacía el número 37, tuvo como secretario a san Jerónimo y su papado duró 18 años; Calixto III (número 209); y Alejandro VI (número 214). Dámaso I (304-384) nació en Lugo y murió en Roma. Calixto III (Alfonso de Borja) fue papa entre los años 1455-58 y Alejando VI (Rodrigo de Borja) fue papa entre los años 1492-1503. Ambos nacieron en Játiva. Alejandro VI era sobrino de Calixto III y bisabuelo de san Francisco de Borja. En realidad hubo un papa español más: Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor nacido en Illueca (Zaragoza) en 1328 y elevado al cardenalicio por Gregorio XI y más tarde, a la muerte de Clemente VII, consiguió el papado en la obediencia de Aviñón con el nombre de Benedicto XIII en 1394. Falleció en Peñíscola (Castellón de la Plana) en 1423. Aunque en un momento dado hubo tres papas simultáneamente (Juan XXIII, Gregorio XII y él), Benedicto XIII siempre adujo que su papado era el válido dado que él era el único papa que había sido elegido cardenal antes de que se produjese el Cisma de Occidente y, por tanto, el único realmente legítimo. Terminó siendo condenado por el Concilio de Constanza (1415) como hereje y antipapa. Y el Concilio designó a Martín V como papa único. Parece ser que en 1418 fue envenenado en el castillo de Peñíscola con rejalgar, una combinación de arsénico y azufre. Pero un médico hebreo consiguió salvarle la vida. Posteriormente tuvo otros intentos de envenenamiento. Finalmente murió en ese castillo a los 94 años. Su cráneo fue robado en Sabiñán (Zaragoza) en el año 2000 y posteriormente recuperado en una rocambolesca historia como sacada de un relato de Allan Poe.
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