martes, 25 de octubre de 2022

Mitos persistentes en Zaragoza

 


De entre los mitos persistentes en Zaragoza he seleccionado  solo cuatro de ellos, los que señalan los guías a los turistas de hoteles de una noche ad maiorem Dei gloriam, o sea, el mito del cojo del Calanda,  el de las bombas que no detonaron, el caso de un duende con mala leche y la tradición de la venida de la Virgen en carne mortal.  Un tal Miguel Juan Pellicer, de Calanda de nación, perdió su pierna derecha en 1640 y, como si se tratase de un geranio, le volvió a brotar. Así lo confirmaron el cirujano y algebrista Juan Estanga, del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, que le atendió y se la amputó; Juan Lorenzo García, el practicante que la enterró en el jardín; y los cientos de personas que a diario veían al cojo Pellicer pedir limosna a las puertas del Pilar sin una de sus extremidades después de haber untado su muñón con el aceite de las lamparillas del camarín del templo. Existe un cuadro dentro de la basílica que explica el prodigio en español y en inglés, así como la declaración de una sentencia  de 27 de abril de 1641 firmada por Pedro de Apaolaza Ramírez, arzobispo de Zaragoza. Por otro lado, a fecha de hoy todavía están colgadas en el interior de la basílica del Pilar, como si se tratase de dos jamones de Trevélez, dos de las cuatro bombas lanzadas contra el templo desde un aeroplano Fokker trimotor de las Líneas Aéreas Postales Españolas militarizado por la República en la madrugada del 3 de agosto de 1936. Otra bomba cayó en la explanada, y una cuarta, en el cauce del Ebro. Aquellas bombas llevaban las espoletas mal montadas a juicio de un mando de Artillería y, según él, estaban diseñadas para explosionar desde una altura de 500 metros. Al ser lanzadas al vacío desde 150 metros el resultado fue una pifia. La que sí estalló fue una bomba casera en octubre de 2013, colocada por un grupo de anarquistas (la mayoría de ellos extranjeros) que rompió algún banco y poco más. Otro suceso que hizo correr ríos de tinta fue el caso del duende, en 1934, en el número 2 de la zaragozana calle Gascón y Gotor. Un misterio que quedó sin resolver. Se supone que fue un caso de ventriloquía llevado a cobo por un vecino. Aquella misteriosa voz proveniente de una hornilla de gas causó desconcierto. Incluso el entonces gobernador de Zaragoza, Julio Otero Mirelis, declaró haber percibido claramente la extraña voz que dialogaba con cuantas personas entraban en la habitación. Por último, el persistente mito de la venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza es algo que no se sostiene y ha quedado en la memoria colectiva como una tradición, que respeto pero no comparto.

lunes, 24 de octubre de 2022

La flor de loto

 


Un artículo leído en la prensa del filósofo Santiago Alba Rico me ha hecho reflexionar. En su trabajo “¿Educar o entrenar a los hijos?” divide el obrar consciente del ser humano en el mundo en cuatro campos: educación, amor, activismo y entrenamiento. Dice al respecto: “Hay que educar a los niños para el mundo; hay que amarlos para que sufran lo menos posible en él. Es esta confusión la que produce los ‘niños mimados’, fruto de un amor no corregido por la educación y que se cree o se pretende omnipotente”. Y Alba pone el ejemplo del príncipe nepalí Gautana Sidarta, más conocido como Buda, que en sánscrito significa “el que ha despertado”, como le sucede a la flor de loto, que sale del barro, atraviesa el agua y florece en el exterior. A Buda, su padre, el rey Sudodana, le ocultó durante los años de su niñez a los ancianos, los enfermos y los muertos. Hasta que un día, dando una vuelta por el exterior de palacio con su cochero Chana descubrió a un mendigo. El cochero le señaló que los humanos también envejecían y morían. Aquel día Buda descubrió que los pobres no aman menos que los ricos, pero no tienen los medios para ocultar la verdad a sus hijos durante mucho tiempo. Cierto. Cuando en una casa hay penurias económicas y falta de garbanzos todo se torna más triste y preocupante para las familias con pocos recursos, que en España son legión. Los progenitores intentan educar a sus hijos en los cuatro campos antedichos. Algunos lo consiguen. Otros no y tiran la toalla, al igual que le sucede al polluelo pusilánime, cuando descubre que el meollo seco y acorchado no compensa el esfuerzo de partir la cáscara y tener que aprender a volar para sobrevivir. En ocasiones, la flor de loto, esa rosa del Nilo azul (también las hay rojas y blancas) casi siempre con sus ocho pétalos cerrados, y que significa  sabiduría y conocimiento, muere en su intento de salir a la luz para florecer. Es harto dificultoso el deseo humano de borrar el pasado para comenzar de nuevo. Sobre todo, cuando las circunstancias no ayudan.

domingo, 23 de octubre de 2022

Todos contra las cuerdas

 


Me preocupa algo que hoy señala El País:”Las subidas de la factura de la luz, los alquileres y las deudas ponen contra las cuerdas a tiendas de proximidad”. A mi entender, lo que sucede con esas pequeñas tiendas de prendas de vestir, ferreterías, carnicerías, ultramarinos, zapaterías, etcétera, es que tienen los días contados desde hace ya mucho tiempo. Hoy la gente prefiere ir directamente a las grandes superficies o hacer sus pedidos por Internet. Los únicos negocios que continuarán vivos serán los de hostelería, si es que se pueden denominar hosteleros a aquellos tipos que no saben nada de ese negocio; y que, por encontrarse en el paro o por otras razones se han hecho con el traspaso de bar de barrio donde el dueño cesaba por jubilación o enfermedad, mal iluminado, con servilletas de papel por el suelo, cervezas servidas sin vaso, unos excusados sucios y camareros de mesas mal afeitados, vestidos con camisa y pantalón negros como aquellos limpiabotas de los años 50, que ven como algo normal el uso del tuteo aunque no te conozcan de nada y el desconocimiento en el uso de la bandeja en los servicios de terrazas. Esos locales inmundos siempre seguirán abiertos a un público variopinto y gritón, siempre el mismo, aunque haya un bombardeo con drones iraníes a quinientos metros de distancia. Los españoles, ya lo he contado en otras ocasiones, utilizan el bar como su segundo cuarto de estar. El bar está inserto en los genes del español, como la envidia, la compra de voluntades, el blanqueamiento de capitales, el desprecio ciudadano, el endeudamiento enloquecido, el fútbol y el bocadillo de calamares. España, no hay que olvidarlo, es un país que tiene más políticos a sueldo que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos, y una deuda pública (1,47 billones de euros) que se nos come por los pies. Como digo, aquí se da la paradoja de que, presuntamente, el mayor burlador del Fisco ha sido el anterior Jefe del Estado seguido de los políticos, y donde se están “cargando” con un veneno lento la Sanidad pública en beneficio de la privada y la Enseñanza pública en beneficio de la concertada. Así, mal se puede pedir a la ciudadanía desde las Instituciones que sea responsable a la hora de hacer la Declaración de la Renta o de depositar su voto en los comicios. Si el grueso de la carga de la deuda descontrolada  la soportan las nóminas de los trabajadores y en menor medida las rentas de capital, vamos listos. Debería ser al revés. El triunfo de la filo fascista Giorgia Meloni en Italia con la herramienta de sus mensajes incendiarios puede dar idea de hacia dónde vamos los europeos. La Historia reciente nos demuestra que la izquierda desesperada siempre busca abrigo en el fascismo a la hora de ejercer su derecho a voto. Por cierto, su padre, Francesco Meloni, fue condenado a nueve años de cárcel por la Audiencia Provincial de Palma en septiembre de 1996 por el delito de tráfico de drogas, y a sus dos hijos y a uno de su yernos les condenaron a cuatro. Meloni, tras arruinarse con su restaurante “Marqués de Oristano”, en la isla de La Gomera, aceptó en 1995 el encargo marroquí de poder ganar unos cincuenta millones de las antiguas pesetas por el transporte de la droga desde Marruecos hasta Italia. Pero la droga transportada en el velero “Cool Star” (1.500 kilos de hachís y una importante suma de dinero) fue descubierta por los servicios aduaneros españoles.

sábado, 22 de octubre de 2022

Holgazanes de levita

 


En la edición crítica de Álvaro Capalvo sobre el tratado “La sopa de los conventos” (Institución Fernando el Católico, 2013) de Vicente de la Fuente, al hacer referencia a los mendigos con levita, se señala que “es holgazán de levita todo aquel que, pudiendo trabajar en bien propio y del país, come sin trabajar, pasa la vida fumando, cazando, charlando de política, jugando y frecuentando garitos”. Y a mayor abundamiento, añade que “pertenecen a esta clase aun muchos de los que no creerán pertenecer a ella. Por ejemplo, todos los que sacan pensiones del gobierno para hacer por cuenta del Estado viajes que deberían hacer por su cuenta para comisiones fantásticas e imaginarias, los que van a tomar baños de mar por cuenta del Estado, a pretexto de ver si las piedras de un muelle son blancas o verdes; los que escriben por cuenta del presupuesto artículos en obsequio y elogio del gobierno que paga; los que asedian continuamente a los ministros para sacar destinos, de los cuales cobran el barato, y otros muchos a este tenor, que sería largo y comprometido el expresar, todos pertenecen a la gran falange de los mendigos de levita”. Son individuos, en fin, que no irían nunca a probar la sopa de conventos pero van a la sopa boba”. En ese sentido, existen documentadas las quejas de un estudiante de más de treinta años que en 1838 seguía dedicándose a la tuna. Se lamentaba de que ya se habían acabado los tiempos en que se servían 3.000 escudillas de sopa a las puertas de determinado convento de Salamanca. Y añoraba aquellos viejos tiempos felices para los malos estudiantes que no miraban un libro ni por el forro, claro, y entre los que él se encontraba. No importaba gastarse la pensión que recibían de casa ni los esfuerzos que algunas familias debían llevar a cabo para que él pudiese estudiar, porque tal caradura siempre hallaba pitanza a la hora deseada. Tampoco necesitaban reloj para acercarse al refectorio a tomar la sopa boba. Servía el de la torre de la iglesia. Hoy, por estos páramos, los holgazanes de levita no necesitan lamentarse como en los tiempos de Larra. Solo deben afiliarse a un partido político, a un sindicato, o a una peña de mangantes y tener mucha labia. Lo demás vendrá por añadidura. No olvidemos que donde sacan miel las abejas sacan las avispas su veneno.

Vermú con sifón

 


Contaba Cristino Álvarez, que firmaba sus crónicas culinarias como Caius Apicius, que la decadencia del vermú llegó con la desaparición del sifón, ya que estaba hecho el uno para el otro. También desaparecieron sin que nos diésemos cuenta aquellos botellines monodosis que en los bares de los pueblos acostumbraban a volcar sobre copas triangulares de cóctel con una aceituna dentro, o una rodaja de limón. El sifón, al que con el tiempo le pondría el fabricante una coraza de aluminio, o de plástico, para evitar peligrosas heridas por explosiones no deseadas no solo añadía burbujas al vermú, sino que la violencia del chorro de agua de Seltz agitaba el vermú y le insuflaba aire al conjunto. Pero el tiempo dorado de las aguas carbonatadas pasó a la historia. En la década de los 50 del pasado siglo hubo en España más de 5.000 fábricas de gaseosas que vendían sus productos en pequeñas áreas geográficas del entorno con nombres muy variados: “La Pitusa”, “La Casera”, “Revoltosa”, “La Toresana”,”Konga”, “Gil Montón”… Cualquier población de más de 3.000 habitantes disponía de su propia fábrica de gaseosas, agua de Seltz y bloques de hielo. Curiosamente, las primeras botellas de gaseosa de principios del siglo XX, las famosas gaseosas de pito, se expendían en las oficinas de farmacia, al igual que sucedía con los yogures. Aquellas botellas de gaseosa  se podían devolver vacías para ser recicladas a la tienda suministradora a cambio del importe del valor del casco, algo que ocurría siempre con los sifones vacios cuando se cambiaban por otros llenos. Miguel Ángel Martínez Coello (El Faro de Vigo, 03/10/14)  dejó plasmado que “en la calle San Miguel, de Orense, existió en 1883 una fábrica de gaseosas y refrescos de naranja, fresa, zarzaparrilla, grosella, etc., además de agua de Seltz en sifones para la curación de digestiones difíciles y laboriosas y de toda clase de padecimientos del estómago”, tal como aparecía anunciado en El Eco de Orense, periódico político fundado en 1880 por Valentín Lamas Carvajal, ubicado en la calle Alba, 15 bajo”, que por aquel entonces competía con el almacén de ultramarinos ‘La Abundancia’, de Ramón Quesada González, que vendía bacalao de Escocia, higos de Fraga, pasas de Málaga y escabeches de varias clases, así como las cápsulas peuvianas (sic) del doctor Borrell para curar las purgaciones y flujos blancos a 16 reales el frasco de 75 cápsulas y el vino de zarzaparrilla de ese mismo doctor, el más eficaz remedio para bubones, verrugas, manchas de la piel, y caries de los huesos...”. Los sifones, como digo, casi han desaparecido en bares y tascas. Menos mal que todavía nos queda la “Antigua Casa Paricio” (1928) en el Coso bajo zaragozano que, además de contar con el primer “Frigidaire” eléctrico de madera y espejos de 1934, el primero colocado en Zaragoza, dispone de mesas de mármol, bolas de bacalao crujientes, anchoas en salmuera, gildas, berberechos, y de un excelente vermú con sifón, todo ello servido con amabilidad por la familia Cabrera.

viernes, 21 de octubre de 2022

Una ley con excesivo retraso

 


Hoy viernes entra en vigor la Ley de Memoria Democrática en aplicación de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, publicada en el BOE (cincuenta y cinco páginas) con fecha de día siguiente. Se acabó llamar Valle de los Caídos al Valle de Cuelgamuros, ese enclave tétrico en la Sierra de Guadarrama que yo veía a lo lejos, rompiendo el bello paisaje serrano, durante mis estancias en Collado Villalba. Se acabaron, también, los títulos nobiliarios concedidos por Franco. Como reza el Título Preliminar en su Artículo 1.3, “Se repudia y condena el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista, en afirmación de los principios y valores democráticos y la dignidad de las víctimas. Se declara ilegal el régimen surgido de la contienda militar iniciada con dicho golpe militar…”. En consecuencia, a mi entender, habría que retroceder en tiempo (precedente a ese golpe de Estado), es decir, regresar a la Constitución de 1931 promovida por aquella Segunda República, aprobada el 9 de diciembre de aquel año por las Cortes Constituyentes y que, curiosamente, nunca fue derogada por el franquismo. Pero los que tenemos memoria recordamos que el 22 de noviembre de 1975 se asentó en España una monarquía muy rara. A aquel Príncipe de España lo que le interesaba entonces no era el futuro de la democracia sino poder recuperar una corona perdida por Alfonso XIII, su abuelo, con su huída precipitada en 1931. Y para demostrar que Juan Carlos I no trajo la democracia a España ni fue el motor del cambio, veamos la “moviola” de su juramento: “Señor, ¿juráis por Dios y sobre los Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional?” -- preguntó Alejandro Rodríguez de Valcárcel --.  Respuesta de Juan Carlos: “Juro por Dios y por los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”. A la muerte de Franco no se hizo un referéndum sobre la forma de Estado que esperaban los españoles. Se prefirió intercalar la figura del nuevo monarca (por algunos fascistas moteado como Juan Carlos el Breve) entre las páginas de una constitución, la del 78, que fue aprobada por los ciudadanos, que optaron por “tragar” lo menos malo. Fue un regate de Adolfo Suárez el que aseguró una Monarquía que solo estaba mal hilvanada desde la “charlotada” de aquella Ley de Sucesión de 1947, donde abría la posibilidad remota al regreso de los Borbones, aunque pasando por encima de la figura del entonces “heredero” de unos “derechos históricos” ya inexistentes (por la pérdida de la corona tras la huída cobarde del último rey de esa dinastía) que representaba Juan de Borbón. Franco, por un lado, deseaba un “delfín” tras su muerte hecho a su horma; por otro, borrar definitivamente al pretendiente, por el que demostraba un odio africano desde el “Manifiesto de Lausana” de 1945, silenciado por la prensa y la radio españolas, aunque difundido por la BBC.