El artículo de hoy en Vozpopuli de Jesús Cacho, “Un Rey contra las cuerdas”, me recuerda el último libro del Nuevo Testamento (‘Apocalipsis’). Su artículo, como digo, es un compendio de revelaciones y de alquimia periodística. Cacho ha hecho sonar las ‘siete trompetas’ (libro de Josué), ese grito de guerra que indica al pueblo que se una y le recuerda su promesa del pacto de derrotar al enemigo y salvarnos. Pero España está llena de salvadores patrios, eso sí, “por la gracia de Dios”. Manuel Pavía (cuyo golpe de Estado terminó con la Primera República el 3 de enero de 1874) o Francisco Franco (que puso fin a la Segunda República el 1 de abril de 1939) son dos ejemplos claros de lo que cuento. En el primero de los casos, Pavía dio el poder al general Serrano; en el segundo, Franco se convirtió en caudillo victorioso hasta su muerte. Ambos militronchos consiguieron colocarse en su guerrera la Gran Cruz Laureada de San Fernando: Pavía en 1877, Franco se la auto-otorgó en 1939 de manos del general Varela (que poseía dos) por “méritos en combate”, que llevaba aparejado percibir una pensión vitalicia que doblaba el sueldo capitán general. Pues bien, señala Cacho que “Felipe VI ha permitido que este Gobierno felón le haya ido arrinconando”. Hace referencia “al esperpento con bochornoso espectáculo contemplado ayer en Las Salesas. El jefe del Estado en medio de dos ladrones. A su izquierda, Félix Bolaños, el teórico ministro de Justicia dedicado a aporrear jueces y fiscales por encargo de su amo; a su derecha, Álvaro García Ortiz, un tipo al que le falta un suspiro para sentarse en el banquillo como reo de graves delitos”. Vamos, como en el drama del Calvario, con el Nazareno entre Dimas y Gestas. Cacho muestra a “un rey prisionero al que este Gobierno de extrema izquierda (sic) maneja con total desparpajo haciéndole perder a tirones el traje de su dignidad real”. Y por añadir más angostura a ese cóctel acre, Cacho asoma una oreja del fantasma del ‘Pacto de San Sebastián’ y señala la Puerta Incógnita, “la misma que utilizó tantas veces para salir [Alfonso XIII] en secreto de Palacio, puerta que atravesando los jardines del Campo del Moro y el Túnel de Bonaparte, construido expresamente para una eventual evasión de los monarcas, le pondría en franquía camino de Cartagena, dejando a la familia real a merced de las turbas que vivaqueaban en la Plaza de Oriente”. Los tiempos han cambiado. Ahora, con el GPS todo resulta más sencillo.
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