sábado, 22 de octubre de 2022

Holgazanes de levita

 


En la edición crítica de Álvaro Capalvo sobre el tratado “La sopa de los conventos” (Institución Fernando el Católico, 2013) de Vicente de la Fuente, al hacer referencia a los mendigos con levita, se señala que “es holgazán de levita todo aquel que, pudiendo trabajar en bien propio y del país, come sin trabajar, pasa la vida fumando, cazando, charlando de política, jugando y frecuentando garitos”. Y a mayor abundamiento, añade que “pertenecen a esta clase aun muchos de los que no creerán pertenecer a ella. Por ejemplo, todos los que sacan pensiones del gobierno para hacer por cuenta del Estado viajes que deberían hacer por su cuenta para comisiones fantásticas e imaginarias, los que van a tomar baños de mar por cuenta del Estado, a pretexto de ver si las piedras de un muelle son blancas o verdes; los que escriben por cuenta del presupuesto artículos en obsequio y elogio del gobierno que paga; los que asedian continuamente a los ministros para sacar destinos, de los cuales cobran el barato, y otros muchos a este tenor, que sería largo y comprometido el expresar, todos pertenecen a la gran falange de los mendigos de levita”. Son individuos, en fin, que no irían nunca a probar la sopa de conventos pero van a la sopa boba”. En ese sentido, existen documentadas las quejas de un estudiante de más de treinta años que en 1838 seguía dedicándose a la tuna. Se lamentaba de que ya se habían acabado los tiempos en que se servían 3.000 escudillas de sopa a las puertas de determinado convento de Salamanca. Y añoraba aquellos viejos tiempos felices para los malos estudiantes que no miraban un libro ni por el forro, claro, y entre los que él se encontraba. No importaba gastarse la pensión que recibían de casa ni los esfuerzos que algunas familias debían llevar a cabo para que él pudiese estudiar, porque tal caradura siempre hallaba pitanza a la hora deseada. Tampoco necesitaban reloj para acercarse al refectorio a tomar la sopa boba. Servía el de la torre de la iglesia. Hoy, por estos páramos, los holgazanes de levita no necesitan lamentarse como en los tiempos de Larra. Solo deben afiliarse a un partido político, a un sindicato, o a una peña de mangantes y tener mucha labia. Lo demás vendrá por añadidura. No olvidemos que donde sacan miel las abejas sacan las avispas su veneno.

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