lunes, 24 de octubre de 2022

La flor de loto

 


Un artículo leído en la prensa del filósofo Santiago Alba Rico me ha hecho reflexionar. En su trabajo “¿Educar o entrenar a los hijos?” divide el obrar consciente del ser humano en el mundo en cuatro campos: educación, amor, activismo y entrenamiento. Dice al respecto: “Hay que educar a los niños para el mundo; hay que amarlos para que sufran lo menos posible en él. Es esta confusión la que produce los ‘niños mimados’, fruto de un amor no corregido por la educación y que se cree o se pretende omnipotente”. Y Alba pone el ejemplo del príncipe nepalí Gautana Sidarta, más conocido como Buda, que en sánscrito significa “el que ha despertado”, como le sucede a la flor de loto, que sale del barro, atraviesa el agua y florece en el exterior. A Buda, su padre, el rey Sudodana, le ocultó durante los años de su niñez a los ancianos, los enfermos y los muertos. Hasta que un día, dando una vuelta por el exterior de palacio con su cochero Chana descubrió a un mendigo. El cochero le señaló que los humanos también envejecían y morían. Aquel día Buda descubrió que los pobres no aman menos que los ricos, pero no tienen los medios para ocultar la verdad a sus hijos durante mucho tiempo. Cierto. Cuando en una casa hay penurias económicas y falta de garbanzos todo se torna más triste y preocupante para las familias con pocos recursos, que en España son legión. Los progenitores intentan educar a sus hijos en los cuatro campos antedichos. Algunos lo consiguen. Otros no y tiran la toalla, al igual que le sucede al polluelo pusilánime, cuando descubre que el meollo seco y acorchado no compensa el esfuerzo de partir la cáscara y tener que aprender a volar para sobrevivir. En ocasiones, la flor de loto, esa rosa del Nilo azul (también las hay rojas y blancas) casi siempre con sus ocho pétalos cerrados, y que significa  sabiduría y conocimiento, muere en su intento de salir a la luz para florecer. Es harto dificultoso el deseo humano de borrar el pasado para comenzar de nuevo. Sobre todo, cuando las circunstancias no ayudan.

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