En su artículo “El señorito se queja de lo mal que está el servicio”, Alfredo Semprún hace hoy un repaso al país y arremete contra todo lo que se mueve: ha subido el precio de la vivienda, aumentan las agresiones sexuales de menores, el fenómeno migratorio se nos va de las manos, sube el precio de la luz, los vascos tumban ciclistas, y "como con el amor de la llorada Jurado, se nos rompe el ‘Falcon’ de tanto usarlo…”. ¡Qué mal de bien lo está pasando la infame burguesía, protagonista de revoluciones liberales, viendo como se agrietan las paredes del templo socialista! Miguel Tellado ya habla de “cavar la fosa del Gobierno”, mientras Núñez Feijóo, encaramado antes de ayer en el escenario del “Garufa Club”, situada en el número 5 de la calle Riazor de La Coruña, cantaba “Limón, limonero”…, para terminar con la frase “¡Me gusta la fruta!”, corroborando “una posición de escasos recursos dialécticos y una enorme frustración”, como señaló Pedro Sánchez a Pepa Bueno en su reciente entrevista en Televisión Española. Núñez Feijóo parece que estuviese todo el día siendo devorado por la piojera y llorando su infortunio en el muro de las lamentaciones, aquel muro que sirvió de contención del tempo de Salomón destruido por Vespasiano. Y entre cabezazos a los sillares, más duros que los adoquines bilbilitanos, y súplicas de comprensión por su infortunio a la Meiga Chuchona (nombrada por Rosalía de Castro en uno de sus poemas: “Fun noutro tempo encarnada / como a color de sireixa…, etcétera) no se entera de que hasta es posible que nunca llegue a ocupar el ‘Sancto Sanctorum’ de la Moncloa como sumo sacerdote de una rancia derechona que apesta como una mofeta. Mientras los políticos de uno y otro signo (a los que les empiezan a vencer las letras de cambio de promesas incumplidas) andan a la greña con el mantra “…y tú más”, la ‘beautiful people’ hace inventario y arqueo y se desternilla de risa.
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