jueves, 10 de noviembre de 2011

En nuestra propia salsa


Existen ciudades, como Zaragoza o Valladolid, en las que siempre se vistió con una cierta elegancia. Pero eso fue antes de inventarse el “prêt- à- porter”. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la vulgaridad se ha hecho dueña de casi todos los espacios públicos. De la americana, camisa, corbata y pantalón con raya y pinzas se pasó a la ropa de mercadillo. O sea, al pantalón “pirata”, a las camisetas con anuncios raros, a las chancletas y a unos inauditos bolsos en bandolera de loneta. Ahora les da igual a determinados ciudadanos entrar en un bar por ver un partido de fútbol, o ir de oyentes a una conferencia en el paraninfo de la Universidad, vestidos como si fuesen extras de una película de Torrente. Son los tiempos. La crisis obliga a comprar ropa absurda con logos de marcas trucados. Pero la cosa va a cambiar. Resulta que una marca de ropa deportiva muy conocida se lanza al coso del mercado con un chándal de lujo que hará furor, nada menos que un traje de torero, con lentejuelas, puntillas, borlas y cristales. La chaqueta y la taleguilla en grana y azabache, con tirantes incorporados. Lo malo es el precio, que ronda los 950 euros de vellón. ¡Lástima! El precio se me antoja excesivo para un pensionista, un parado, un mileurista o un “nini”, que son quiénes mejor portan el chándal en los parques o viendo pasar la vida en la terraza de un bar con olor a fritanga. Personalmente hubiera preferido que los chándales de torero hubieran sido más asequibles, para que los turistas, cuando llegasen a España para tomar el sol, beber sangría y recibir asistencia médica gratuita, que para eso llegan a la costa, nos hubiesen visto en nuestra propia salsa, o sea, como sacados de un cuadro de Goya o de un tenebrista retrato de Gutiérrez Solana. La multinacional de ropa deportiva aludida está empeñada en que por estos pagos todos nos convirtamos en figurantes de toreros de salón, al estilo de Morante de la Puebla. Es la nostalgia de la España cañí que vuelve por sus fueros, ahora en chándal de torero y con la música de fondo de Miguel Poveda y Diego Carrasco en su “Alfileres de colores”, esa que reza: “Cuando el vuelo tu capote/ pinta veros ni caltrotes/ del toro en el relumbré,/ parece la Maestranza/ una academia de danza/ o un cortijo de Jerez./ Y cuando con la aguja de toro/ va pintando grana y oro/ como insertando un clavel, / y en tus brazos soñadores/ hay alfileres de colores/olé, olé, olé,/ no se quieren coser”. Más o menos. Verán como dentro de poco tiempo esos chándales “made in China” se venderán en los mercadillos callejeros a módicos precios. E iremos así vestidos a las tabernas y de visita a casa de los suegros cuando nos den de comer. Quizás eso nos salve.

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