martes, 1 de noviembre de 2011
Las tasas del difunto
Se quejan las floristas zaragozanas de que las incineraciones superan a los entierros. Eso de morirse ya no es lo que era. Decía Julio Camba: “Se ve que, hoy como ayer, aquí nadie llega en vida a parte ninguna, y que, para obtener el respeto y la consideración de sus conciudadanos, lo primero que tiene que hacer el español es morirse. Cuando nosotros queremos honrar verdaderamente a alguien, vamos y lo enterramos”. Resulta que días pasados el Ayuntamiento de Zaragoza se ha dedicado a poner pegatinas en los nichos de los vivos morosos para recordarles, cuando les lleven flores a los que ya no están, que hay que pagar las tasas municipales por alquiler de nicho o, de lo contrario, se les acabará eso de llevar ramitos de violetas al camposanto. En la pegatina se avisa de que los difuntos, o lo que quede de ellos, irán a la fosa común sin más contemplaciones, o sea, a esa fosa de las Marianas, pero en terrenos administrados por Belloch. Decía san Pablo que “más vale casarse que quemarse”, refiriéndose a aquellos que están encendidos de pasión y les devora la lujuria. Yo afirmo que más vale quemar al difunto antes que estar obligado a tener que pagar unas tasas municipales de órdago por alquiler de pudridero año tras año. Algunos incautos ciudadanos dan por hecho de que poseen sepultura en propiedad, ignorando que no es así, que es una auténtica falacia. Los nichos en los que pone “es propiedad”, sólo tienen validez por cuarenta y nueve años, es decir, el tiempo suficiente como para que ningún heredero se acuerde de alguien al que no serían capaces de reconocer en una fotografía. En Zaragoza ya se ha resuelto hasta el problema de las cenizas. Este año se ha inaugurado en el cementerio de Torrero el llamado “jardín de las cenizas”, para que los familiares del difunto puedan aventarlas. Pero con esa solución es evidente que disminuyen los ingresos del Municipio. En este sentido, los responsables municipales movidos por su afán recaudatorio ya han confirmado que muy pronto también se podrán enterrar las cenizas dentro de una cajita, junto a una planta y una placa conmemorativa. Y esta segunda opción tendrá un coste inicial de 22 euros para un periodo de cinco años, más una tarifa aún por determinar por mantenimiento. Ya decía Gracián en “El criticón” a modo de falso consuelo que “lo que no va en lágrimas va en suspiros”. El Ayuntamiento de Zaragoza es consciente de que lo que se pierde por un lado se gana por otro. Hay que hacer frente a las obras de la construcción del tranvía, un capricho más del alcalde Belloch, que ya se asemeja a aquella epopeya de la “Union Pacific” que llevó al cine Cecil B. DeMille en 1939.
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