lunes, 5 de octubre de 2009
EL MEJILLÓN CEBRA
Yo qué sé...A lo mejor resulta que eso del mejillón cebra es bueno para ponerlos en latas de conserva, como hacen los Hijos de Carlos Albo en Vigo con los otros mejillones, los de toda la vida. Hoy he recordado que es San Froilán y que, en Lugo, las pulperías habrán estado a rebosar. Y el Barrio Húmedo de León ni te cuento. Por estos pagos nos empeñamos en comercializar el melocotón de Calanda, la cebolla de Fuentes y el jamón de Teruel, sin hacer nada de caso al mejillón cebra, que ya es como de la familia. Así, escaldado, limpio de valvas y con un poco de vinagre y pimentón, ya tenemos casi el aperitivo. Sólo falta servirlo con un vermú “Valdepablo”, cerca de Calatayud, que cuentan que es casero, como los de antes, aunque a mi se me antoja que es vermú de pasto, como el “Castali” de las Destilerías Vidal, en Almazora. A la gente de ahora no la veo yo en disposición de beber vermú con sifón. Prefieren aplicarse a la cerveza de barril. Al vermú le está sucediendo como al anís, que ya sólo es cosa de cantinas de estación y de velatorios de vecinos de escalera alrededor de la mesa camilla del cuarto de estar. Esas noches moradas, sin una bandeja de rosquillas y alguna copita de anís que echar al coleto resultan eternas. Más aún en el relente de la amanecida. Voy a proponer a Marcelino Iglesias que construya un criadero de mejillones cebras. La cuestión es probar. Nunca se sabe. Si funcionase, podríamos hacer más llevadera la crisis de Opel montando una factoría conservera donde sólo van a dejar los alemanes una explanada. Al principio, enlatando mejillones cebras. Más tarde se podría manufacturar el barbo del Ebro. Habría que pescarlos a anzuelo, como el besugo, secarlos al sol y colocarlos en tabales de madera, a modo de como se estila con los arenques en salazón que se ven apoyados en las paredes de las calles, en las tiendas de ultramarinos de los pueblos. Deberemos ir acostumbrándonos al vuelco al papel de estraza, a las sardinas rancias y al pan de centeno por si tornáramos a las cartillas de racionamiento. Arburúa se murió y la crisis enjuicio que no arría.
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