Ha escrito recientemente Mario Conde unas memorias sobre su pasado en la cárcel. Creo que ya anda por la tercera edición. Este ex banquero, metido ahora a fabricante de aceites, tiene un par de frases magníficas. Una de ellas dice: “acostúmbrate a lo inevitable y llévate bien con lo insoportable”. La otra: “cuando te mantienes en tu sitio no te caes”. Pues mire, don Mario, es verdad. No lo había pensado. Debería tomar nota Mariano Rajoy, que ha visto con buenos ojos la salida forzada de Ricardo Costa y no se ha atrevido a encararse con Francisco Camps, el de los atavíos. Rajoy se ha equivocado. No ha sabido reaccionar ante lo inevitable y a partir de ahora tendrá que padecer el quinario de lo insoportable. Ser blandengue en política no sirve cuando se intenta flotar en el interior de una balsa de tiburones con una cámara de bicicleta en la cintura. La Derecha ya se frota las manos y hace quinielas. La racha de mordiscos entre los barones del partido no ha hecho más que empezar. A Rajoy le ha dejado tocado su falta de reflejos para intentar solucionar el problema valenciano, que se está haciendo más denso que el de Azaña con Casas Viejas. Esperanza Aguirre le ha ganado por la mano, haciendo cortafuegos en Madrid. A Fraga, fundador del partido, se le ha ocurrido abrir la boca y ha salido como el gallo de Morón.
Mario Conde pasó de la gloria a Alcalá Meco. Rajoy, el delfín de Aznar, está estos días en el corredor de la muerte política, con su compañero de oficio Ruiz Gallardón, que, como dice José Luis Gutiérrez, o sea, Erasmo, “es el hombre que desventró la ciudad y soterró la M-30”, y ambos ya están vestidos de naranja valenciana, frente a un reloj de arena inexorable con forma de Miguelete, que no es otra cosa que el campanario de la Catedral de la Valentia Edetanorum. Hoy en Madrid, más de seiscientos autobuses y casi dos millones de personas clamaban contra el aborto libre. Estaba presente Aznar y todo el cabildo político con olor a sacristía y alcanfor. Mañana nos lo contarán los periódicos. Creo que no voy a poder dormir hasta que no los examine. Ya lo dijo Álvaro de Figueroa: “¡Joder, qué tropa!”. Hoy escribía Cristina López Schlichting en “La Razón” que se trata de “una manifestación muy útil”. Manzanas traigo...
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