viernes, 3 de diciembre de 2010
En el puré de la noche
Cuenta Juan José Millás que “un ojo abierto a las cuatro de la mañana, observando las sombras del techo, es como un grumo insoluble del día en medio del puré de la noche”. A media España la noche se nos antoja interminable. Cuesta conciliar el sueño. Y cuando parece que nos envuelve un raro sopor y cerramos los ojos, pasa una ambulancia por la calzada con sonido de sirenas y moviendo tabas. Los enfermos empeoran por la noche, cuando se serena el cuerpo y sólo se escucha el sonido de la respiración. La política mal ejercida y las circunstancias económicas adversas constituyen un bebedizo desmoralizante. Vuelven a subir los impuestos sobre el tabaco. Ya ni fumar se va a poder para matar el gusanillo del hambre. La señora Salgado, fina como la hoja de culantrillo y fría como la hoja de un bisturí, se ha propuesto que vivamos todos en la asepsia, pero sin gastar mucha agua del grifo, sin echar por el sumidero mucha espuma de jabón de tajo, sin humos y sin dinero en el bolsillo. Pero la señora Salgado no se atreve, al menos de momento, incrementar las tasas sobre el alcohol, de la misma manera que su jefe, Zetapé, no quiere mentar a la bicha del vecino incómodo. Para la señora Salgado no existe ni la cirrosis hepática ni la tragedia que supone que llegue a casa un marido borracho un día sí y otro también. A la señora Salgado lo que le preocupa es que el ciudadano fume y pueda quemar el tresillo, o socarrar ese tapiz con un ciervo pintado sobre verdes montañas que trajo el padre de familia cuando se licenció, y después de haber servido como cabo furriel en Regulares. En España, donde con los Austrias no se ponía el sol, desde que se hizo europea apenas se hace de día. Las noches resultan demasiado largas y tediosas; y las sombras del techo, más que un grumo insoluble, parecen almas en pena. Ya no quedan deseos ni para el fornicio jacarandoso. Es como si la señora Salgado nos hubiese cercenado las vergüenzas y el tubo de escape de la boca, por donde sacábamos el humo del cigarrillo, en silencio y sin ánimo de molestar.
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