sábado, 18 de diciembre de 2010
Estado de la Indecencia
Manuel Martín Ferrand, al referirse a la afición que tienen nuestros políticos a usar el coche oficial, señala: “Lo del coche oficial, que suele ser tildado de «perejil del loro», no es baladí. Es un síntoma claro de abuso de autoridad. Salvo en actos oficiales de gran ringorrango protocolario, no encuentro más de un centenar de personas en toda la Nación que justifiquen, por su cargo y función, un coche de alto nivel atendido por los conductores suficientes para completar la disponibilidad diaria y sin límites horarios. Todo lo demás es exceso”. Entiendo que tiene razón. En España, con la que está cayendo, el “perejil del loro” es tan habitual como tomar unos churros con el café. En este Estado de la Indecencia todo vale. Pero lo malo, lo peor de todo, es que el ciudadano contempla ese “ringorrango protocolario” como algo normal, de la misma manera que encuentra normal que concejales y familiares de éstos ocupen “por todo el papo” los mejores palcos en los teatros municipales y los lugares privilegiados en estadios o salas de música. Cuando el ciudadano encuentra normal aquello que a todas luces es un tremendo disparate y un abuso irritante, algo empieza a oler a podrido en nuestra sociedad. Lo que sucede es que, acostumbrados a oler lo pútrido, hemos acostumbrado a nuestras narices a esas pestilencias y no nos importa seguir oliéndolas. Es lo que les sucede a los habitantes próximos a una fábrica de papel. Por ejemplo, lo que sucedía en Tolosa hace treinta años. Martín Ferrand, añade en su artículo que “si un concejal no puede viajar en su propio automóvil, esto no necesita reformas. Se requiere una revolución”. Yo también lo considero así.
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