martes, 21 de diciembre de 2010
Añoranzas y fastidio
Al referirse a la Navidad, Rosa Montero señala en El País: “Por un lado, se incrementa la añoranza de los que ya no están; por otro, los que sí que están pueden ser un fastidio, como esos familiares a los que durante el año nunca ves, porque no los soportas, y cuya agresividad ahora tienes que aguantar en largos banquetes”. Estoy de acuerdo con su manera de pensar. Las cenas de Nochebuena en familia resultan agobiantes para quienes, como a mí me sucede, preferimos la tranquilidad de un trozo de tortilla de patata, un vasito de vino, a ser posible “Julián Chivite” de crianza, y algo de fruta. Y más tarde un poco de televisión y a dormir, lo más tarde a las once y media de la noche. A Rosa Montero me parece que le sucede algo parecido. No es de recibo tener que “pasarlo bien” por una simple razón de calendario, o sea, el día que toca. No digamos nada si tras una pesadísima cena, a esos parientes insoportables les da por querer jugar al guiñote con tal de no irse a casa y con la excusa de que “es pronto todavía”. Dan las dos de la madrugada, los ojos se me cierran de sueño y ellos, esos seres insufribles, frescos como lechugas, continúan como en el “Cara al sol”, impasible el ademán. Recuerdas “La Nochebuena de 1836”, de Mariano José de Larra: “El número 24 me es fatal…etcétera”. Ya no sabes qué hacer, si ir a dormir y dejar a todos ellos con el libro de las 40 hojas sobre el tapete verde, o ponerte a escribir en el ordenador un artículo de costumbres. Es lo que tienen estas fechas.
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