jueves, 16 de diciembre de 2010
Bebedores de absenta
Un viejo amigo profesor de Historia me contó tomando café en un cuchitril de medio pelo que Cristóbal Colón, una vez que hubo puesto pie en La Española, pilló a un indio por banda y le recetó un coitus a tergo a la pompeyana magistral. Aunque el profesor comprendiese, y así me lo hizo notar, que no era una forma muy ortodoxa de cristianizar infieles en el nombre de la Corona de Castilla, tampoco dejó de ser una forma de ilustrar al que no sabe, que siempre es una importante obra de misericordia si nos atenemos al pie de la letra con lo que se aclaraba en el “Ripalda”. Sobre la conquista de América se han escrito barbaridades que producen escalofríos. Basta con leer la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Fray Bartolomé de las Casas. Pero, al margen de estas intrínsecas apreciaciones del profesor Timoteo Gavilanes, destaco por si sirve de utilidad que el pedagogo en cuestión abusaba del absenta, del griego ἀψίνθιον, ese anisado que según cuentan produce alucinaciones y que bebían en el barcelonés Bar Marsella, en el Raval, Hemingway, Picasso y Dalí. Timoteo Gavilanes me informó de que “después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”. De cualquiera de las maneras, este profesor no estaba del todo seguro que la conquista de América hubiese sido como nos la contaron en el bachillerato. Según Timoteo Gavilanes, modificaron el guión y lo adornaron con orlas patrióticas para un mejor entendimiento de los educandos y a mayor gloria de España, madrastra de 22 naciones. ¿Beberá absenta Zetapé? Que alguien de su entorno se lo pregunte. Si la respuesta es afirmativa, muchos españoles entenderemos al fin el motivo de ese sindiós que irradia La Moncloa a la rosa de los vientos.
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