viernes, 16 de septiembre de 2011

Bocadillos


Aunque también lo comenta “República de las Ideas.com”, ese diario sin papel dirigido por Carolina G. Cortines que me tiene encandilado todas las mañanas por aquello del trabajo bien hecho, resulta que “la crisis aviva el consumo de medios menús, como una opción más económica”. Es fácil poder observar cómo aquellas “casas de comidas” que otrora cumplieron con la misión de ayudar a que el viajero pudiese llenar la andorga están cambiando. También los restaurantes. La crisis económica, las prisas al disponer de poco tiempo y otras zarandajas relacionadas con el estrés han sido la causa de que el clásico “menú turístico”, aquel que requería mantel y un cierto ritual a la hora de sentarse a degustar con sosiego dos platos y postre, se haya trocado en la oferta de una pizarra llena de bocadillos para tomar en el taburete de barra de bar en el tiempo que cuesta rezar un rosario. Pero, eso sí, del típico pan abierto en dos mitades donde se incrustaban tres o cuatro lonchas de salchichón, o de sardinas en lata, o algo de queso manchego, se ha pasado a la “pasión” por degustar bocadillos muy bien elaborados. Aquel bocadillo, contemplado hasta hace poco como un alimento humilde de entrehoras, se ha llegado a eso que se conoce como “bocadillo de autor”; y de las tapas de siempre, las que alegraban las barras y se colocaban sobre un platillo ensartadas sobre un plano mondadientes, se ha pasado a los montaditos, donde existen verdaderas obras de arte culinarias, y a las afición por las “pulgas”, que son lo más parecido a una tapa en forma de tentempié. Si les digo la verdad, trae la misma cuenta tomar medio menú que comer un excelso bocadillo de precio equivalente. Los fogones de la abuela comienzan a ser cosa del pasado y parte de la culpa la tiene ese segundo fracaso de la reforma laboral. El primero fue hace un año, cuando el Gobierno se comprometió a “crear empleo estable y de calidad”, como bien señala Ignacio Escolar en la última de “Público”. En esta segunda reforma laboral, la aprobada ahora, ese mismo Gobierno se conforma con poder llegar a encadenar empleos precarios y a emplear a jóvenes hasta los 30 años en calidad de aprendices y con menos del salario mínimo. Paradójicamente, mientras Sarkozy y Cameron “peregrinan” hasta Libia para preguntar a Mustafá Abdeljalil, “¿qué hay de lo nuestro?”, respecto al petroleo; y, mientras un nieto de Franco es entrevistado en “El gato al agua” sobre un libro en el que el “nietísimo mayor del Pazo” ilustra a los tertulianos sobre el “lado humano de su abuelo”, exponiendo que fue un “excelente pintor” y que “sólo firmaba sentencias de indulto”, Rodríguez Zapatero se dedica a mirar las nubes que pasan. A este paso, supongo que los ciudadanos dejaremos de comer “bocadillos de autor” y “pulgas”, y acudiremos directamente a recibir la caridad de la sopa de convento, o regresaremos al plato único del Auxilio Social. Al tiempo.

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