lunes, 5 de septiembre de 2011

Elogios casi funerales


Marina Castaño, en su elogio casi funeral a Manuel Fraga, cuenta en "La Razón" que “era yo muy pequeña, bastante pequeña, cuando Fraga ocupaba el despacho del Ministerio de Información y Turismo, aquel Ministerio a través del cual se inventaron los Paradores Nacionales, unos establecimientos hoteleros a buen precio con muebles castellanos pero donde el viajero encontraba parada y fonda por poquito dinero”.Para mí que Marina Castaño, más conocida como Marina Mercante, tiene una idea “sui géneris” de lo que eran, y siguen siendo, los paradores nacionales. La viuda Cela, que no puede ni debe ser tratada como marquesa de Iria Flavia, y que “le aconsejaba a Camilo José qué leer”, según manifestó en “Vanity Fair” el pasado mes de diciembre, desconoce por lo que se desprende de su artículo “Fraga”, que el origen de los llamados Paradores de Turismo se remonta a 1926, cuando don Benigno de la Vega Inclán, segundo marqués de la Vega-Inclán, impulsó la construcción de un alojamiento en la sierra de Gredos, que se convertiría en el primer Parador de la red. Tras la inauguración de este primer establecimiento, se constituyó la Junta de Paradores y Hosterías del Reino. Este impulsor del llamado “turismo cultural”, partiendo de una idea de Alfonso XIII, materializó el proyecto de la Comisaría Regia de Turismo en 1911, mediante la divulgación de tradiciones y la puesta en funcionamiento de cómodos albergues (el Hotel Palace, entre otros, fue idea suya) a los extranjeros interesados en la cultura de España. Los siguientes Paradores en abrir sus puertas fueron los de Oropesa (Toledo) y Úbeda (Jaén) en 1930, Ciudad Rodrigo (Salamanca) en 1931 y Mérida en 1933. En los “Diarios, 1932-1933”, entregados por Manuel Azaña a su cuñado Cipriano Rivas Cherif, más tarde robados en Ginebra por el desvergonzado fascista Joaquín Arrarás y entregados a Franco, Azaña da cuenta de un viaje en automóvil a Extremadura en 1933, donde se hospedó en el Parador de Mérida y, a su regreso, hizo un alto en el camino en el Parador de Oropesa. Escribe textualmente: “19 de junio. Esta madrugada hemos regresado de Mérida. Salimos ayer domingo, a las once y media. Nos detuvimos a comer en el parador de Oropesa, instalado en el castillo y regido por una de las hijas de mi antiguo ‘enemigo’ don Platón, caudillo local de las huestes mauristas, cuando yo hacía mis pinitos electorales en Puente del Arzobispo. (…) A las nueve terminó la fiesta. Nos fuimos al parador que ha establecido la oficina de turismo en un antiguo convento. Tarde, comenzó un banquete con que nos obsequiaba el Ayuntamiento. Otro banquete. Nunca he comido peor. (…) Previendo una noche incómoda, y sin sueño, para tener que andar hoy por la carretera, a pleno sol, decidí volverme al momento”. (“Los cuadernos robados”, Grijalbo Mondadori, pp. 374-375). En fin, Marina Castaño, persona "non grata" en Padrón, debería saber que Manuel Fraga no “inventó” los Paradores de Turismo y que, a precios de hoy, no hay parada y fonda “por poquito dinero”. Que vaya a “San Marcos”, en León, o a “Los Reyes Católicos”, en Santiago de Compostela, y sabrá lo que vale un peine. La viuda de Cela haría bien en informarse antes de ponerse a escribir “elogios funerales” en la prensa, que para elogio funeral sirva su “nefasta gestión” y la presunta “dilapidación brutal” llevada a cabo por ella y el ex gerente Tomás Cavanna, según declaraciones de los distintos grupos políticos en el pleno extraordinario el miércoles 2 de junio de 2010 (ver crónica a “EL País” por S.R.P., desde Santiago de Compostela, el sábado 5-6-2010). Como dijo Manolete a su mozo de espadas: “Mejor se está sin decir ná”.

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