jueves, 20 de octubre de 2011
El umbral de la pobreza
A ver qué nos están contando. La Encuesta de Condiciones de Vida del INE del 2011 indica que los ingresos netos medios de los españoles se sitúan en los 24.890 euros, que el 26’1 % de los hogares españoles llega a fin de mes con dificultad y que el 21’8% están en el umbral de la pobreza. Hombre, a mi entender, recibir al año una media de catorce pagas netas de 1.777’85 euros no está nada mal. No da para echar cohetes pero tampoco es una suma como para pasar hambre. Si esa misma encuesta hubiese preguntado a los españoles de qué manera se gasta el ciudadano la paga mensual, la cosa cambiaría. Lo que no se debe hacer, supongo, es vivir por encima de las posibilidades, o sea, tener el bar de la esquina como particular cuarto de estar; comprar ropa de marca por imitar a los pijos; endeudarse hasta las cejas por mantener un coche caro al que apenas se le da uso; irse de vacaciones por “obligación”; celebrar el evento de una primera comunión con cien invitados a los que les importa un pimiento el comulgante; llevar a los hijos a un colegio de pago donde, además del tremendo coste, se requiere el uso de autobús, cuando se dispone de colegio público a dos manzanas de casa; firmar una hipoteca bancaria monstruosa y con un “suelo” muy alto para la adquisición de un piso del tamaño de una ratonera, etcétera. Hay muchas cosas que no se deben hacer y que se hacen. Sarna con gusto no pica. Anteponer la devoción a la obligación viene desde la Contrarreforma y va a ser difícil que cambiemos. Aquí de nada sirve sacar en andas al santo milagrero para invocar que brote el dinero en un armario. El español se pasa la vida recordando con nostalgia el tiempo pasado, lamentándose del tiempo presente y sintiendo un profundo miedo hacia todo lo que significa futuro. No confía en los programas electorales ni en las autonomías y vota siempre una lista en la que no conoce a ninguno de los nominados, de la misma manera que oye misa entera todos los domingos y fiestas de guardar sin saber latín. Por estos pagos habría que hacer una encuesta sobre qué santo es el preferido y que garito de barrio es el que tiene mejor pantalla para ver fútbol. Eso del “umbral de la pobreza” no es otra cosa que la roña que asoma cuando se tira de la manta en las encuestas bien templadas. Y eso no se limpia con jabón ni lo pueden arreglar las prédicas huecas de los oradores de café.
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