sábado, 8 de noviembre de 2014

Hablar por no callar




Faltan sólo unas horas para que los catalanes que así lo deseen puedan expresar su voto en unas urnas de cartón. Les aseguro, y nunca he tenido tan claro un pronóstico al estilo  del mago Carag, que los catalanes son inteligentes y sabedores de que fuera de España y de la CE son menos que nada. Cero patatero, que diría Aznar. Por decirlo de una manera suave, como el país del cuento del Gato con Botas convertido en Marqués de Carabás. Deberíamos empezar a ser serios si tenemos la pretensión de que el resto del mundo nos mire de cerca, sin anteojos, sin mascarillas y sin echarse la mano a la cartera. Los españoles estamos hartos de que todo vaya mal por mucho que el partido que apoya al Gobierno, y el propio Gobierno, consideren que los datos macroeconómicos van mejor que antes. ¿Qué antes de qué? En la carta del “Restaurante Rajoy”, que no es cosa distinta a un triste cuchitril de carretera secundaria, se presenta a los comensales un villagodio cuando en el plato que nos sirve el camarero sólo hay un par de ancas de rana. Y como el hambre cunde, trataré de explicar qué es eso del villagodio. Hay dos versiones distintas. Una de ellas hace referencia al marqués de Villagodio, muy aficionado a los toros, hasta el punto que fundó una ganadería y una plaza de toros en el barrio bilbaíno de Indauchu. Pero sus toros resultaron ser mansos y sin casta. En la inauguración de la plaza, el público se indignó y lanzó almohadillas al ruedo. Desde entonces se habló del “marquesito”, cuyos toros sólo servían para carne. La otra versión, más creíble, es la de Manuel Martín Ferrand. Contaba mi admirado periodista, y así lo dejó escrito (“El almirez”, XLSemanal, 30.06.2006) que Indalecio Prieto, donde en La Voz de Vizcaya fue taquígrafo, adquirió mucha sabiduría gastronómica. Reproduzco parte del texto:
“A decir de Álvaro Cunqueiro -escribe Martín Ferrand refiriéndose a don Indalecio- llegó a ser el hombre mejor alimentado de la izquierda española. (…) Siguiendo la costumbre, acudió a la plaza de toros de Vista Alegre. Se lidiaban toros de la ganadería que había fundado y mimado el marqués de Villagodio. Los toros no lucieron ni casta ni trapío y, airado, el que después fue ministro de Hacienda con Manuel Azaña se fue a merendar con unos amigos a la ya desaparecida, pero legendaria, Casa Luciano, en el casco viejo. ‘Quiero –le dijo al camarero- un trozo de buey así de grande’, y abrió los brazos hasta ponerlos en cruz. (…) Así nació el famoso villagodio, (…) una chuleta de buey, o de vaca, de no menos de cuatro centímetros de alto y más de tres cuartos de kilo”.
Pues bien, se acabó la Transición, la Segunda Restauración y la Constitución del 78 se ha quedado vieja. La Primera Restauración supuso el regreso de la Casa de Borbón en la persona de Alfonso XII y el sistema bipartidista (Conservador y Liberal) en alternancia en el poder. Se pasaron por el arco del triunfo aquellas palabras de Juan Prim: “Los Borbones nunca más”. La segunda Restauración, ídem del lienzo: un rey, Juan Carlos I, impuesto por el dictador Franco (por mucho que digan los que pretenden que nada cambie que el rey iba en el lote aquel frío 6 de diciembre de 1978) y dos partidos repartiéndose el cotarro, ora PSOE, ora PP. Una cosa sí sabemos: cómo terminó la Primera Restauración. ¿Se lo recuerdo? Recurriendo Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera para “salvar” (¡qué inocente!) aquel sindiós de caciquismo rural y corrupción política. ¿Y el resultado? El Pacto de San Sebastián, unas municipales, y el rey embarcando en Cartagena camino del destierro. Y más tarde nos vino Juan de Borbón Battenberg, el mismo tipo que en el Hotel La Perla de Pamplona se vistió de mono azul y boina roja, con los derechos dinásticos y todas esas sandeces trasnochadas. ¿Derechos dinásticos transmitidos por un rey fuera de juego? El que fue a Sevilla perdió su silla. En fín, mañana será otro día.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Wert se equivoca




El ministro Wert lo hace más difícil todavía. Pretende ahora que los profesores impartan materias que no son de su competencia y que tampoco son especialistas, de acuerdo con el borrador del Real Decreto de especialidades de Secundaria que ha elaborado el Ministerio de Educación. José Ignacio Wert entiende, por lo que se desprende de ese borrador, que los docentes deben ser como los políticos, donde un solo individuo es, pongamos por caso, ministro de Hacienda, pero antes lo ha sido de Cultura, de Fomento y de Interior. Verbigracia: Rafael Catalá Polo, actual ministro de Justicia, antes subdirector general de Ordenación y Política de Recursos Humanos en el Ministerio de Sanidad y Consumo; director de Relaciones Laborales y director de Administración y Servicios de Navegación Aérea en AENA; secretario general de Codere, empresa del sector del juego; director general de la Función Pública del Ministerio de Administraciones Públicas, director general de Personal y Servicios del Ministerio de Educación y Cultura,  subsecretario del Ministerio de Hacienda, secretario de Estado de Justicia, gerente del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, director del máster de Administración Pública de Esade, miembro del Consejo Social de la UNED y secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras del Ministerio de Fomento. Sólo le ha faltado ejercer de bombero-torero y hacer charlotadas en ruedos sin enfermería. Imaginen a un físico impartiendo Historia Antigua, a un químico dando clases de solfeo, o a un licenciado en Filosofía Pura enseñando a los educandos Ciencias Naturales. Luego, esos mísmos tipos, cuando se reúnen cada viernes en el Consejo de Ministros o cuando hablan ante los medios echándole la culpa a Zapatero, que es lo que mola, se hacen cruces sobre el fracaso escolar. Lo que no se puede ni se debe es consentir que a los licenciados universitarios, que han hecho varios y duros concursos-oposición para conseguir puntos con vistas a afianzar plaza,  que les vengan ahora con esas monsergas. Como he leído por ahí, “ello se saldará con un déficit formativo de los alumnos y muchos de ellos no aguantarán el tirón del Bachillerato. Eso es lo que en el fondo quiere el Ministerio, reducir el estudiantado de Bachillerato y Universidad”.

Cañabate



Creo que nos hacemos viejos cuando sentimos placer por releer aquello que ya hemos leído varias veces pero que tiene algo, no sé qué, que nos atrae como un imán. Entre esas relecturas me inclino por leer a Antonio Díaz-Cañabate, que no fue un escritor al uso sino un tertuliano amante de los toros que supo rodearse de amigos de grata compañía y que contaba ocurrencias que, de no haber sido así, se hubieran hundido en el pozo del olvido. Díaz-Cañabate, primo carnal de Antonio Garrigues, era de una edad aproximada a la de mi abuelo materno, ambos nacidos a finales del s. XIX. Sus crónicas taurinas en el diario ABC no las consiguió igualar ni el gran Vicente Zavala. Gustaban hasta a aquellos lectores a los que no les agradaba lo relacionado con la fiesta brava. Pues bien, corría el año 1942, se había acabado la guerra civil y Madrid era una ciudad gris y con hambruna. A mi entender, hubo media docena de personas que conocieron como nadie ese Madrid profundo que sólo se echaba de ver a fuerza de desgastar suela de zapato: Mesonero Romanos, Alejandro Sawa, (ese Max Estrella en “Luces de bohemia” y que Pío Baroja lo recuerda en “El árbol de la ciencia”, que murió ciego, loco y hundido en la miseria el 3 de marzo de 1909 en la madrileña casa de Conde-Duque, número 7),  Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Francisco Umbral y Antonio Díaz-Cañabate. En “Historia de una tertulia” (Espasa-Calpe, 1ª ed., Madrid, 1978) todo gira, primero, alrededor del Café Kutz, “donde los camareros no eran modelo de cortesía”, y más tarde en el “Lyon d’Or”, donde uno de sus propietarios, Antonio Gallardo, proporcionó a los tertulianos “un saloncito para nosotros solos, simple de decoración, con unos grabados decimonónicos, una gran lámpara antigua, que, por cierto, una noche se desplomó sobre el pavimento en ocasión de que aún no había llegado nadie, unos divanes tapizados en tela verde y un gran espejo”. Lleva prólogo de  Francisco Umbral, donde éste cuenta: “Una vez, Díaz-Cañabate estuvo en Valladolid dando una conferencia, y a mí me gustó ver  aquel señor tan señor, que sabía de todo escribía sus cosas en una máquina vieja del Casino de Madrid y era para mí uno de tantos modelos de escritor libérrimo, independiente, bohemio y con capa”. Otra de sus obras, “Historia de una taberna” (en colección Austral)  contiene prólogo de Andrés Amorós. En las páginas 249-254, “Comer de fonda”, Cañabate hace referencia a la “Fonda de los Leones de Oro”, donde añora no haber podido dormir nunca aunque sí comer, “cuando comer de fonda era un acontecimiento inusitado. (…) Entonces, en España, se comía copiosamente. Para comer tres platos en cada comida no se necesitaba más que ser jefe de negociado de tercera clase con un sueldecito de unos miles de reales al año. Entonces  todavía se ataban las servilletas al cuello, unas servilletas amplias que cubrían todo el torso, incluso los torsos de las señoras, que con aquellos corsés adquirían proporciones gigantescas…”. Noviembre. Nada como poder leer aquello que nos entretiene. En la calle empieza a hacer frío, cae la noche y es mejor tomar un sorbo de vino peleón en un intento vano de disipar el esplín de un año que se marcha sin decir adiós, como el sol entre la nava,  y con más pena que gloria.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Luces de emergencia



Pues sí, me parece que está llegando a su fin el “juancarlismo”, ya sin Juan Carlos, o sea, el régimen brotado de la Constitución del 78. Hay millones de españoles no conformes con la situación actual. Los niveles de corrupción alcanzan límites insospechados. El que trinca casi nunca va a la cárcel y, lo que es peor, jamás devuelve lo trincado. Sólo, si acaso, algunos cabezas de turco ingresan en prisión, léase Matas, sólo tres meses. Otros, léase Blesa, sólo unos días.  Como escribe Manuel Muela, “el disfrute omnímodo y continuado del poder, casi cuarenta años, por parte de los dos grandes partidos hegemónicos los ha sumido en una molicie que les impide palpar la realidad hasta el punto de creer que los ciudadanos están al servicio de las instituciones, por muy ineficaces que sean éstas, y no al revés, que es lo propio de las sociedades abiertas y democráticas. Cuando la corrupción aprieta, se sueltan los latiguillos de que el Estado de Derecho funciona y que hay que dejar actuar a los Tribunales”. Y José Manuel Caballero Bonald, al que nadie le ha dado vela en este entierro pero que no hizo ascos al recibir el importe del Premio Cervantes en 2012, ha anticipado en la Cadena Ser  que “Podemos es una formación insegura con profesores pedantes”. Pero ese escritor podía haber dicho, por ejemplo, que donaba los 125.000 euros del Premio de forma altruista como hizo, por ejemplo, Elena Poniatowska un año más tarde, que lo donó en su integridad a una fundación para promover la cultura en México, tal y como había prometido que llevaría a cabo durante su discurso en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Y Cospedal, en Onda Cero ha dicho sin empacho que “Podemos es un partido populista, de extrema izquierda, cuyo modelo es Venezuela, y que es muy peligroso para el sistema, para la democracia, la libertad de prensa y todo lo conseguido en este país”. Vamos, el canto de sirena que La Casta lanza como un disco rayado, en un vano intento disuasorio hacia los decididos votantes de esa formación política. Como puede colegirse, La Casta ha encendido las primeras luces de emergencia, a no tardar aparecerán voces de “¡sálvese quien pueda!” y con prisas de mal pagador intentarán abandonar el viejo barco lleno de fisuras.



martes, 4 de noviembre de 2014

La democracia es otra cosa





El barco hace aguas pero la orquesta del Titánic sigue sonando en cubierta. La Comisión Europea avisa de que la tasa de paro en España se reducirá desde el 24,8% actual hasta el 23,5% el año que viene y se quedará en el 22,2% en 2016, con lo que seguirá siendo excesivamente alta. Ante tales previsiones desesperanzadoras no es de extrañar que las encuestas del CIS señalen el avance imparable de la formación Podemos que lidera Pablo Iglesias. En este país no todas las entidades y organismos son corruptos, pero la cifra de políticos, banqueros y empresarios desvergonzados es extensa: más de 1.900 imputados, 170 condenados y más de 130 causas abiertas dan idea de lo que sucede en las filas de PP, PSOE, CiU, UM y  Coalición Canaria. Y el número de aforados, 17.621 (no sé si antes o después de la renuncia simbólica de Guillermo Fernández Vara), es a todas luces escandaloso. Este es un país  muy raro, donde los partidos políticos eligen a los miembros del CGPJ, que nombra a los jueces del Supremo, quienes luego se encargan de saldar cuentas con los cargos públicos. Francia, por ejemplo, sólo tiene aforados al jefe del Estado y sus ministros; Italia y Portugal, sólo a su jefe de Estado; y en Alemania y Reino Unido a nadie. Pero lo más curioso es que desde la prensa de papel, casi toda ella “apesebrada” por los cuantiosos beneficios que les generan los anuncios oficiales en época de crisis, nadie pide la dimisión inmediata de Mariano Rajoy ante semejante desbarajuste. Claro, España no es una democracia seria ni lleva camino de serlo mientas existan listas cerradas en los comicios y mientras no se depuren responsabilidades a todos los niveles. Ni se imputó a Felipe González por los GAL ni a Yolanda Barcina por las dietas de Caja Navarra ni a Rato por Cajamadrid ni a Ana Mato por el tema de Gürtel ni a Caruana ni a  Mafo por  el descontrol en el Banco de España sobre las chapuzas de las cajas de ahorros... La lista de ciudadanos que deberían sentarse en el banquillo de los acusados sería interminable, porque los delitos pueden ser por acción u omisión. Por eso digo que este país no es en la praxis una democracia sino una oligarquía de partidos manejada como títeres por los amos del dinero, esos tipos de rostro de cartón-piedra que nunca dan la cara ni necesitan presentarse en listas electorales. Pero la Wallace Hartley Band, sigue tocando valses con sus guerreras de color verde mientras “La Casta” espera impasible la llegada de los hunos con el Tío de la Coleta al frente, que mueve más voluntades que el legendario Atila.

Maroto y el de la moto




Las grandes empresas proponen  medidas para bajar el paro siempre que disminuya el fraude laboral y las empresas se hagan más grandes. Vamos, que si los inspectores de trabajo se dedicasen a inspeccionar, que para eso cobran, y las pequeñas empresas de tres o cuatro operarios se hiciesen tan grandes como los Altos Hornos de Vizcaya para vender productos de abacería, el paro disminuirá considerablemente. Al menos así lo entiende César Alierta, presidente del Consejo Superior para la Competitividad. De la misma manera, habría que decirle a Alierta que si se pagasen los dividendos de las “matildes” por el mismo importe efectivo que se pagaron en años anteriores y no a casi la mitad, como se practica ahora, el ciudadano corriente que se metió en tal aventura bolsística ya en los legendarios tiempos de Barrera de Irimo, dispondría de más dinero para comprar en Mercadona artículos de primera necesidad, o sea, macarrones y esas cosas. En su informe “España 2018”, Alierta ha asegurado que  “España tiene una clara oportunidad para mejorar su escenario macroeconómico a través de un cambio radical". Cuando los empresarios hablan de "cambio radical" todos sabemos a qué se están refiriendo. Son los cambios que proponía aquel Fernández Ordóñez al que todos llamaban Mafo, un tipo que ahora está en la cárcel, Rosell y Maroto, el de la moto. Para Alierta, digo, es posible el reto si se lleva a cabo con el esfuerzo de todos para que vuelva a ser un país –dice- que sorprenda al resto del mundo. Hombre, lo que cuenta ese señor por todos es sabido. España está sorprendiendo al resto del mundo por la corrupción política, por los inexplicables “sicav” que practican gente como él, por las tarjetas “to’pagao” de Cajamadrid, por los fraudes en los ERE en Andalucía… También resalta Alierta “la importancia de mejorar el nivel educativo de la población para reducir la brecha de bienestar con los principales países desarrollados”. Nunca ha habido muchachos tan bien preparados en España que, por las circunstancias, tienen que mendigar trabajitos de mierda en Alemania. Alierta haría bien en callarse. El Consejo Superior de la Competitividad en un país con casi seis millones de parados sin visos de solución queda muy bien. De vez en cuando se reúnen sus miembros, sueltan frases-papilla y consideran que, de seguir sus consejos, este país irá mejor. Mejor para ellos, claro.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Esplendor académico





Juan Torres, en su artículo “Académicos desnortados” en Vozpópuli, señala que “los franceses reglamentan para organizar la vida en común mientras que los españoles reglamentamos para que parezca que estamos organizando. Se aprueban leyes, y muchas, pero luego no hay problema en que se incumplan deliberadamente. Qué digo, incumplirlas: anunciar en rueda de prensa que no se van a cumplir”. (…) Franco, tal y como era su costumbre, agasajó mucho a la RAE y la llenó de infames académicos afines, pero no les dio un duro. Cuando llegó la democracia campaban en la penuria y los gobiernos de UCD no estaban como para pararse en menudencias. Alfonso Guerra, que hubiera dado los dos brazos por ser académico, les ofreció, siendo vicetodo del gobierno, cubrirlos de oro si aceptaban que la elección de los académicos se hiciera en el Parlamento”. (…) “Se han inventado eso de las academias iberoamericanas para poder viajar más, editar más diccionarios y sacar algunas perras más a los contribuyentes…”. (…) “Y entretanto, venden diccionarios –editados, cómo no, por Planeta- como si fueran libros de autoayuda, no porque a nadie le importe lo que digan, sino porque aportan caché”. El artículo de Torres es demoledor. Ahora la RAE acaba de reflejar en su edición número 23 alrededor de 5.000 palabras nuevas, entre ellas la de amigovio, via, que es una fusión entre amigo y novio [m. y f.coloq. Arg., Méx.,Par., Ur.] y lo señala en su acepción como “persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo”. Y los académicos justifican tal acepción señalando que es voz extendida en el uso en varios países de América Latina. Con tales aportaciones idiomáticas que publica Espasa en el nuevo Diccionario y que ya está en los escaparates de las principales librerías, ya se dispone de 93.111 entradas, frente a las 88.431 de la edición de 2001; entre ellas,  wifi, chupi, homoparental, ponchera, miguelito, limpiavidrios, pipichulo, ziper, soponcio, ñero, chimbo… Ah, ¿qué no saben ustedes qué es miguelito? Pues nada, se lo digo: “artefacto con clavos grandes y retorcidos que se utiliza para pinchar neumáticos”. ¡Joer, lo que saben estos académicos! Nada, que tiene razón Juan Torres. En esta nueva edición se aporta caché. Dices uno de esos términos en la barra del bar, con pelo engominado a lo pijo,  gafas encima de la frente, buen chorro de colonia “Álvarez Gómez” sobre el pecho depilado, copa de gin-tónic en mano, y triunfas, ya lo creo que triunfas… Te salen amigovias a tutiplén, o sea.