martes, 9 de marzo de 2010

Incertidumbre

Tal y como aparece publicado en el BOE, al fin se ha desmilitarizado el uso de las palomas mensajeras, o sea, que como medio de transmisión ha dejado de tener interés para la Defensa Nacional. Esperemos que hagan lo propio con los mulos utilizados para portar armones de artillería por los vericuetos de La Alpujarra y con la cabra de la Legión. Ahora el Gobierno utiliza de paloma mensajera al ministro Celestino Corbacho, que apunta en los micrófonos de Telemadrid que los jóvenes deberían hacerse unos planes de pensiones por si, cuando les llegue la hora de ser cesantes, la paga vitalicia sólo les cubre la compra del chándal, la visera de mercadillo para pasear por los parques, alguna lata de fabada y el aceite de girasol para freír patatas con piel. “¡ Pero decídanse y aprovechen las ofertas, que Bankinter hasta regala una Pod Touch de 8 GB!”. Que el ministro Corbacho haga ese tipo de declaraciones sólo contribuye a aumentar la incertidumbre de quienes no ven el final del túnel. Esto es de locos. ¿Pero cómo puede decirle el ministro de Trabajo a unos jóvenes que no saben qué hacer con su vida, sin trabajo y anclados en la desesperanza, que deben hacerse un plan de pensiones? Primero se les calcula a los muchachos en edad de trabajar que deberán permanecer en el tajo hasta los 67 años; después, que la actual Caja Común sólo aguantará hasta 2025; y un poco más tarde, o sea, ahora, les viene el responsable gubernamental correspondiente con la milonga sobre la necesidad de que vayan pensando en hacerse unos planes de pensiones si pretenden acabar sus días con algo de dignidad. Lo último que se pierde en esta vida es la esperanza. Puede ser. Pero si yo fuera un licenciado de veinticinco años me acordaría todas las noches de su señora madre y del ministro Sebastián y su lámpara de Aladino, esa que nos iban a entregar a todos los españoles en las oficinas de Correos. Esa luminaria que, por cierto, todavía no he recibido. Y pensaría que día llegará, no tardando mucho, en el que se nos prodigará otro vale similar para que pueda ser canjeado por un “bollicao” en la oficina del INEM. Y acabaremos comiéndolo sin mirar tan siquiera su fecha de caducidad. ¡Para qué!

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