viernes, 26 de marzo de 2010

Necesario respeto

Hará cosa de un mes, en el Aula Magna del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza descubrí en la parte central de una tribuna, o de un ambón, una mosca de unos doce centímetros de larga labrada sobre la madera. Era de color oro y muy parecida a la que yo conservo en casa junto a un quinqué, sobre una mesita de faldillas. Y, sin saber por qué razón, me vino a la cabeza el concepto de mosca cojonera, de ese díptero del suborden braquícero que aposentado en las superficies menos protegidas por la piel y de forma continua molestaba a las caballerías. En sentido figurado, la he relacionado con Alfonso Ussía, en La Razón, donde hoy señalaba en su artículo “El mapa” que “doña Bibiana Aído, la científica de Alcalá de los Gazules, nos ha anunciado la última ocurrencia de esa gente tan rara. La urgente creación del mapa del clítoris. Se presenta como un avance cultural. Del mapamundi al mapachichi.”. La he relacionado, además, con Enrique Arias Vega, que en Periodista Digital, descubría que “el mayor servicio que podría prestar Bibiana Aído a este país es retirarse y llevarse a casa, de paso, su prescindible ministerio entero”. Etcétera. Prefiero no seguir. Existe una obsesión morbosa desde las filas de la Derecha hacia la ministra de Igualdad. Hasta Matías Vallés, en El Correo de Zamora, comentaba, refiriéndose a la ministra, que “instalada en el Gobierno como desafío a las masas, Aído encadena una provocación semanal”. En fin, en España la mujer continúa siendo un juguete roto. Ya apuntaba Escrivá de Balaguer, en Camino, que “casarse sólo es para la clase de tropa”. Y una sentencia popular estampillaba que “la mujer casada, con la pata quebrada y en casa”. En estas condiciones, acreditada la inclinación machista dominante, los demócratas, que conceptuamos la igualdad de sexos en derechos y obligaciones como algo sagrado, precisamos que España cuente con una ministra de Igualdad que ponga orden en las cosas. Al menos, el tiempo necesario, es decir, hasta que se desprenda definitivamente esa rancia costra de falta de respeto de género que algunos llevan cincelada a fuego.

No hay comentarios: