lunes, 25 de abril de 2011

Doña Manolita


Se marcha del número 31 de la Gran Vía madrileña doña Manolita, la propietaria de la administración de lotería número 67. Pero por fortuna se traslada muy cerca de su actual emplazamiento, es decir, al número 22, ¡los dos patitos!, de la calle del Carmen, para seguir dando suerte al que se la merezca. Le ha pasado lo mismo que a los célebres caramelos de violeta “La Pajarita”, esas golosinas en forma de dos pequeñas tabletas que antes de la Guerra Civil se ofrecían en el Congreso por los ujieres a los diputados en los descansos de las zapatiestas verbales.Vicente Solá se instaló en el número 6 de la Puerta del Sol nada menos que en 1852 y desde hace años permanece, ya que no ha muerto del todo, en la que entonces era su segunda tienda, o sea, la “Bombonería La Pajarita”, en Villanueva, 14. Algo parecido sucedió también con el "agua de colonia concentrada Álvarez Gómez", que llevo usando desde que era niño, y que tuvo sus inicios cuando una familia leonesa se estableció en Madrid en 1899 en una esquina de la calle Sevilla, y que en los años 40 compró a un mercader alemán la fórmula secreta del perfume que les ha dado la gloria. Ahora se encuentra, al margen de sus franquicias, en Serrano, 40. Como digo, también doña Manolita es toda una institución en Madrid. Hasta la cantó doña Concha Piquer en su “Mañana sale”, compuesta por el trío Quintero, León y Quiroga para el espectáculo “Puente de Coplas”, hasta que en 1958, en Isla Cristina, lo hiciera por última vez, cuando tuvo un incidente en la voz mientras la interpretaba: “¡La fortuna pa mañana! / ¿Quién me compra un quince mil?/ Que me doblen las campanas/ y me entierren junto a ti. / ¡Cuatro series, qué bonitas!/ ¡Voy tirando los caudales!/ ¡Son de doña Manolita!/ ¿Quién me compra esta penita?/ ¡Mañana, mañana sale!”. Existe otra segunda canción que hace referencia a doña Manolita. En “A la sombra de un león”, compuesta por José María Bardají y escrita por Joaquín Sabina. Se cuenta: “Llegó/ con su espalda de madera/ y zapatos de payaso/ a comerse la ciudad. / Compró suerte en doña Manolita/ y al pasar por la Cibeles/ quiso sacarla a bailar un vals/ como dos enamorados/ y dormirse acurrucados/ a la sombra de un león”. Hace poco me he enterado de que el Gobierno pretende privatizar el servicio de Loterías del Estado. Y, créanme, de todo ese cambalache romántico sólo quedará simple polvillo de mariposa. Nada, o sea.

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