sábado, 2 de abril de 2011
No confundir paro con picaresca
No pasa un día sin que los lectores habituales de prensa no nos llevemos un soponcio. Ahora resulta que “empresarios y sindicatos aplauden el plan para aflorar el empleo irregular”. Eso es nuevo y habría que aclararlo. Tanto los empresarios que contratan en negro como los parados que, cobrando prestación, trabajan en la economía sumergida están encantados de haberse conocido. Y los sindicatos, ¿de qué van? Si tuvieran que devolver a la Unión Europea los miles de euros que han trincado del Fondo Europeo de Desarrollo Regional por cursos programados que no han realizado, o por los que han realizado sólo en apariencia, concediendo vistosos diplomas sin apenas asistencia de los trabajadores a los cursos programados, tendrían más problemas que Rumasa y la Nueva Rumasa juntas. Ya me contarán ustedes qué hubiera sido de este país si los parados que trabajan en la economía sumergida, que son legión, no hubiesen tenido nada que llevarse a la boca ni ayer ni hoy ni mañana. Ya me dirán ustedes de dónde hubiesen sacado el dinero para el “bemeuve”, el chalé en la playa, la pijaitería de sus cónyuges, los colegios de élite de sus hijos y esas cenas en restoranes de postín cada fin de semana muchos de esos pequeños empresarios, con escasa formación, que pagan las horas extras de sus trabajadores a precio de risa y sin figurar en nómina; y que, tocados de un masoquismo perverso, siempre están suplicando ayudas gubernamentales para salir del “bache”, ¿de qué bache?, rebajas en las cotizaciones sociales para las pymes y medidas estatales que abaraten el coste de los despidos. Muchos de esos pequeños empresarios, cuando han tenido importantes beneficios, se han guardado el dinero debajo de la baldosa de su casa; han seguido pagando sueldos de miseria, o en función de unos convenios mezquinos firmados por unos sindicatos que casi nunca representan a los trabajadores, que viene a ser lo mismo; han tenido la habilidad necesaria para hacer sociedades limitadas y, de ese modo, sólo poder responder por el capital aportado en caso de dificultades económicas; no han considerado necesario invertir en bienes de equipo ni en seguridad ni han modernizado la maquinaria; reponen combustible a sus coches particulares con cargo a los vehículos del negocio, que deduce como gastos; conciertan transacciones comerciales inexistentes con amiguetes para justificar facturas; etcétera. Otros empresarios, muchos de ellos, van de legales por la vida y lo celebro. Pero, tanto las amnistías fiscales como ese anunciado plan para incentivar el afloramiento del empleo sumergido, me temo que son cantos de sirena después de conocer el reciente estudio de Funcas, elaborado por profesores de la Universidad Rey Juan Carlos, donde se estima que la economía sumergida representa en torno al 17% del PIB en España y que, para nuestro asombro, hay más de 4 millones de empleos ocultos. Con estos datos, se demuestra que en España no existe el doble en cifras de paro que en el resto de la Unión Europea, sino picaresca de contratadores que la ejercen y de los contratados que la sufren, con un Gobierno socialista que lo consiente por su pusilanimidad y de unos sindicatos que dicen ser “horizontales” de la misma manera que Franco mantuvo durante cuarenta años que España era un Reino. Pero los hechos son tozudos y señalan que los sindicatos mayoritarios están astutamente inmersos en el ejercicio de un vergonzoso papel social. Que cada palo aguante su vela.
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