domingo, 11 de marzo de 2012
Chicharro, o las novelas de Salgari
Este Chicharro se pasa el día elogiando la labor de la Infantería de Marina. Hace bien en ello, cuando se cumple el 475 aniversario de su creación. Pero casi al final de su artículo, “La Infantería de Marina en el lugar adecuado”, el segundo publicado en “República.com” con pocos días de diferencia con el primero, señala que “Numerosas personalidades de la vida pública española que han ocupado y aún ocupan puestos de alta responsabilidad, rondando hoy la madurez, sirvieron en este Cuerpo como Oficiales, Suboficiales y soldados”. Bueno, los que rondamos la madurez hicimos el Servicio Militar obligatorio donde nos cayó en suerte. Yo estuve en Artillería Antiaérea como pude haber estado en un cuartel de sementales. A esas “personalidades de la vida pública”, como él dice, les pasaría tres cuartos de lo mismo. Supongo que se sentirán mucho más cómodos hoy, con coche oficial y moqueta en el despacho, que recordando tiempos pasados “en las filas de la franja roja y de la sardineta”. Este Juan Chicharro, de alguna manera, me ha recordado aquellas esquelas mortuorias del diario ABC en las que, entre los apenados, figuraban su afligida esposa, la Excelentísima Señora doña Fulana de Tal y Cual, Marquesa de la Pepitoria, sus hijos don Mengano y doña Zutana (ausente) y la fiel Pilarita. Esa fiel Pilarita se me antojaba que era la sirvienta de toda la vida, la que había criado a Mengano y Zutana, que la pobre murió cuando se cayó de una vespa, y que había aguantado estoicamente todas las impertinencias de la excelentísima hasta que cerró los tres ojos su sufrido marido, o sea, el marqués consorte. Pues bien, Chicharro hace referencia a “Oficiales, Suboficiales y soldados” con una falta de consideración absoluta hacia estos últimos, a los que escribe con minúscula. Hace una distinción clara entre los funcionarios de uniforme que trincaban un sueldo digno y la tropa sin graduación, que hacía “la puta mili” obligados por ley y en evitación de ser conducido a la cárcel por insumisión. En otro momento de su artículo, Chicharro cuenta enorgullecido que “el otro día, el príncipe de Asturias imponía la Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo a un capitán del Cuerpo por su valerosa acción de rescate de una ciudadana francesa en aguas somalíes”. ¡A cualquier cosa le llama un mantón de Manila! Chicharro debería saber que otro cuerpo, el de la Guardia Civil, se pasa la vida rescatando heridos en la carretera; que otro Cuerpo, el de Bomberos, se juega la vida sacando personas del interior de sus domicilios en llamas; que los médicos salvan vidas en los quirófanos, etcétera, sin esperar otra recompensa que el deber cumplido. Me parece bien que un capitán rescate a una ciudadana francesa en aguas somalíes, pero prefiero el trabajo de guardias civiles, bomberos y cirujanos, que las rocambolescas aventuras de un capitan, con medalla pensionada incluida, al estilo de las novelas de Salgari.
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