viernes, 2 de marzo de 2012
Sobre héroes y tumbas
Como cada primer viernes de marzo, tomo el título prestado de una novela de Ernesto Sábato y cuento que hubo una gran cola de ciudadanos en Madrid (algunos estuvieron haciendo fila durante diez horas), para venerar la imagen de Jesús de Medinaceli y pedirle “salud y trabajo”, que parece que son sus especialidades milagrosas, en vista de que con Rajoy la cosa está chunga. Las Comunidades son morosas con las oficinas de farmacia, suprimen centros ambulatorios por ahorrar costes y las listas de espera para operaciones quirúrgicas son tremendas. En el mercado de trabajo, por otro lado, el deterioro es galopante y las perspectivas son como para echarse a llorar. Según las últimas previsiones del Gobierno, y así lo traslada hoy el diario ‘El País’ al interior de sus páginas, “el paro seguirá aumentando en 2012 hasta alcanzar una tasa media del 24,3% y se espera una pérdida neta de 630.000 empleos, en términos de Contabilidad Nacional, que computan como empleos a tiempo completo”. Por todo ello, es en cierto modo comprensible que se produzcan tales hileras de madrileños dispuestos a invocar su “milagro” y, de paso, poder hacer el besapiés protocolario a un Cristo con capacidad suficiente para sacarnos de este marasmo. El hecho de que se haya acercado hasta la iglesia donde se custodia la bendita imagen un miembro de la Familia Real es algo ya tradicional. En esta ocasión lo ha hecho Elena de Borbón que a este paso, y por el discurrir de las circunstancias por las que atraviesan ciertos miembros de su Familia, tendrá que visitar no sólo al Cristo de Medinaceli, sino también al cristo de Almazán, al de San Esteban de Gormaz, al de El Burgo de Osma y, aprovechando la excursión, hasta las ruinas de Numancia, a fin de que se pueda hacer una idea aproximada la ilustre dama de cómo han dejado nuestros políticos de todo signo y condición las arcas del Estado y la penuria por el achique de nuestra economía. Dice un viejo refrán castellano que “a mal cristo, mucha sangre”. No sé, no entiendo mucho sobre arte de la imaginería sacra, ni de Francisco Salzillo, Francisco Romero Zafra o Mario Zambrano, maestros indiscutibles de esculturas piadosas. Lo que no sé si llegaron a saber tales artistas es que en este país se acostumbra a adora al santo por la peana y aquí estamos todos a la expectativa de las promesas de un gallego que dice procurar lo mejor, pero espera lo peor y hace lo que le prescribe Merkel.
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