miércoles, 14 de marzo de 2012
La prensa de papel
Señala Manuel Vicent hoy en “El País” que “cualquiera que lleve hoy un periódico bajo el brazo no es que esté mal informado, pero da la sensación de estar viviendo la realidad del día anterior”. Cierto. Tarde o temprano la prensa de papel pasará a mejor vida. Se imponen internet y los periódicos digitales. Algo parecido está sucediendo con las enciclopedias. De hecho, la Enciclopedia Británica va a dejar de editarse y algo parecido sucederá sin tardar con el “Espasa”. Los ciudadanos hacen las consultas en la web que, además de estar más actualizada, no ocupa estanterías. Lo siento por los vendedores de enciclopedias, tan insistentes siempre, y también por las editoriales que las venden por fascículos semanales. Hoy nadie abre la puerta de su casa para recibir a un vendedor de libros; y los fascículos, cuando echamos cuentas de su coste real, descubrimos que salen carísimos si le añadimos el precio de las encuadernaciones. Recuerdo que, siendo un adolescente, en casa compraban por fascículos una enciclopedia de diez o doce volúmenes que se llamaba “Monitor”. Hoy se ha quedado obsoleta, como casi todo de entonces. La prensa diaria tampoco pasa por un buen momento. Hace pocas fechas desapareció “Público” en edición de papel y muchos lectores y plumillas de la prensa conservadora se alegraron de ello. El más destacado, que yo sepa, fue Sánchez-Dragó, que le dedicó una columna (“Del rojo al amarillo”) muy agresiva en “El Mundo”. En ella escribió, entre otras “lindezas”, que “Público” era “un catón para asnalfabetos (sic) y un dazibao de titulares para miopes”. Hombre, a mí me pareció siempre un periódico interesante. Parece mentira que Sánchez Dragó, cada vez que hace referencia a la izquierda, sea tan provocador. Y digo que parece mentira por dos motivos: el primero de ellos, por ser hijo póstumo de Fernando Sánchez Monreal, periodista y director de la agencia de noticias Febus y redactor-jefe del diario La Voz, asesinado por los sublevados en septiembre de 1936 en las proximidades de Burgos. La segunda, por haber sido durante su juventud miembro del Partido Comunista de España y de haber cumplido 16 meses de cárcel en Carabanchel y otros siete años de exilio. Pero prefiero volver a Manuel Vicent, que termina su artículo indicando que “mientras todas las noticias en el digital son ya las de mañana, tampoco está tan mal ser un ciudadano elegantemente inactual”, que ya casi equivale a haber sido suscriptor del diario “Madrid”, del “España de Tánger” o del “7 fechas”, que en paz descansen.
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