sábado, 10 de marzo de 2012
Unas precisiones necesarias
Víctor Gago, en un artículo de opinión (“Público de mierda”), en referencia a la huelga general prevista para el próximo día 29 por los sindicatos mayoritarios, señala que “la hermandad de los miles de liberados, son su propio ‘público de mierda’, los únicos ‘pequeños burgueses’ que quedan en una sociedad lumpenizada por los privilegios de Toxo y Méndez”. También Zaplana, ex ministro de Trabajo con Aznar, aparece en las páginas de “La Razón” (“Creo que ahora no toca”) para decir al modo papal que “la forma de legítima protesta elegida por los sindicatos es desproporcionada”. ¿Qué hubiera sido para él una protesta proporcionada? ¿Tal vez salir a las calles de nuestras principales ciudades, ordenados y silentes, sin interrumpir mucho el tráfico rodado, mientras sonase por unos altavoces la música del padre Abraham y sus pitufos? Según Zaplana, “deslegitiman su huelga general al convocarla sin esperar a ver los resultados de la reforma laboral del Gobierno”. A mi entender, no hace falta esperar para adivinar los resultados. En este caso no se trata de la compra-venta de un activo subyacente en el mercado de opciones. La reforma laboral es muy agresiva pero, si no se dan otros factores, no se crearán puestos de trabajo. Víctor Gago exagera, pese a que los sindicatos mayoritarios hace tiempo que dejaron de estar a la altura de las circunstancias. Y Zaplana haría mejor en callarse. No sé qué puede “aconsejar” un mediocre exministro de Trabajo con Aznar; alguien que “reclutó”, se dice que para promocionar la imagen exterior de la Comunidad Valenciana, al cantante Julio Iglesias, que se llevó crudo, según parece, un millón de euros a cambio de no mover ni un dedo. En suma, una pléyade de políticos incompetentes, la multiplicación de despachos innecesarios para contentar a todos, los avariciosos bancos y cajas y determinados especuladores “protegidos” (donde incluyo a los ayuntamientos y su vergonzosas recalificaciones de suelo urbano) han conseguido arruinar a un pueblo a costa de un Estado, en todos los casos, y a cuenta de algunos bolsillos, en otros. En efecto: la sociedad española está lumpenizada por falta de justicia social, pero esa legión de marginados urbanos en ningún caso ha perdido su dignidad ni su capacidad de lucha. La huelga es necesaria sólo por lo que tiene de testimonial. Ya se sabe que nada práctico va a conseguirse con este tipo de movilizaciones de cabreados. Ni Rajoy piensa cambiar su ramalazo neoliberal por esa huelga general prevista ni los tiempos están para la lírica. Pero, a mi entender, y eso es lo importante, se debe imponer un cambio urgente en la Constitución Española sobre la forma de Estado, siempre que ese modelo de Estado no sea garante de una protección social generalizada. Es un axioma incontrovertible que, cuando se desmantela el Estado de Bienestar y cuando los “procesos de ajuste” por mala gobernanza conducen al hambre y a la desesperación de la mayoría ciudadana, no tiene sentido que los individuos que componen ese Estado sigan pagando impuestos ni tampoco deben soportar el mantenimiento de la Jefatura que lo representa.
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