Me entero de que el 40% de suicidios en España es de
personas ancianas. No es de extrañar. El anciano sufre del mal de la soledad
como un achaque que no tiene curación. No existe soledad más desgarradora que
la de estar con alguien que te hace sentir aislado. Lo malo del anciano llega
cuando se siente dependiente y se cree un estorbo. Y termina sus días en una
residencia o en casa de un hijo, como si fuese un bulto en una consigna. Pero
en el caso del bulto, llega un momento que alguien llega a una ventanilla para
recogerlo. En el caso del anciano sólo se espera la llegada del barquero de
Hades manejada por Caronte. En el Canto III de La Divina Comedia,
aparece Caronte cuando Alighieri, Virgilio y Dante atraviesan la puerta infernal, el vestíbulo de los cobardes y
el paso del Aqueronte después de haber atravesado la laguna Estigia. Al anciano
le ha tocado trabajar duro, malvivir en una posguerra llena de hambruna,
hacerse con un piso propio o de alquiler y criar una familia con pocos medios
económicos. Y cuando ya es anciano y cree que tiene la vida resuelta, aparece
una crisis económica de envergadura y debe hacerse cargo de hijos en paro,
nueras indiferentes y nietos que no saben si conseguirán una beca para seguir
estudiando. Y escucha en televisión a Mariano
Rajoy afirmar que los datos macroeconómicos son inmejorables; con la misma
complacencia que antes había escuchado a Rodríguez
Zapatero señalar que ya se veían brotes verdes. Sí, todo va muy bien, pero
ha de pagar una cantidad por los medicamentos que le despachan en las oficinas
de farmacia. Sí, todo va muy bien, pero peligran los fondos de pensiones. Sí,
todo va muy bien, pero a su exigua pensión sólo se le añade un 0’25 por ciento
cada año que pasa. Sí, todo va muy bien, pero con el mismo dinero se pueden
adquirir menos productos en el supermercado. Es la soledad de los perros
abandonados en la carretera. No importa atravesar la laguna de Estigia a ser
posible sin salvavidas cuando la muerte, en determinadas circunstancias,
constituye una liberación.
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