Cuatro de noviembre, san Carlos Borrromeo. Regreso de hacer unos mandados en Mercadona, donde he visto pagar una
barra de pan de 40 céntimos con una tarjeta de crédito. Llueve. El nuevo
Gobierno (que es lo más parecido a unos zapatos viejos a los que se les han
puesto medias suelas) ya ha jurado lo que tenía que jurar delante del Jefe del Estado. Son trece. Ayer, la
televisión de Aragón se pasó la mañana siguiendo a Rudí por la calle. Se olfateaban una
cartera para ella, aunque fuese de nueva creación, pongamos por caso el
Ministerio de Flora Fluvial. Pero no, de momento habrá de conformarse con un
escaño en el Senado, que no es moco de pavo, donde están varados los viejos
roncuales azules de la cosa pública, dispuestos a hacer segundas lecturas de
proyectos legislativos antes de ser devueltos al Congreso, como si fuesen
viejas novelas del Oeste de segunda mano donde siempre mueren los malos. Pero
el escándalo lo ha producido en Castellón el presidente de la CEOE, Joan Rosell, al señalar en una conferencia -según ha revelado El Levante- que “la incorporación de la
mujer en el mercado de trabajo supone un problema para que haya trabajo para
todos”. Pues nada, volvamos a los tiempos del franquismo: ellos, además de su
trabajo en la fábrica, haciendo pluriempleos sin cotizar a la Seguridad Social;
ellas, en casa remendando calcetines, fregando platos y haciendo las labores
propias del hogar. Con tipos así seguro que vamos a echar mucha pierna. Sólo
le ha faltado decir que habría que crearse otra Sección Femenina, incorporando el Auxilio Social, y que las mujeres se viesen en la obligación que
hacer una canastilla en el caso de que pretendieran sacarse el permiso de
conducir. Y Martín Caparrós, en las
páginas de The New York Times, en su
artículo “A Sumajestad (sic) el Rey de
España”, señala que “Felipe VI
tiene una vida rara y un trabajo aburrido un poco rancio” y le indica que
“debería pensar en renunciar, conseguir una casa, hacer las cosas por su propio
esfuerzo y buscarse un buen empleo”. Yo también lo entiendo así. La Monarquía en España no
tiene sentido. No se puede tener como único mérito la cuna.
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