Me entero por El Mundo
que el pleno del Parlament de este martes ha aprobado una modificación de la Ley de capitalidad con la que
se cambia la denominación de 'Palma de Mallorca', que pasa a llamarse
'Palma', cuatro años después de que se acordase la modificación contraria.
Y nos recuerda que Palma pasó a ser Palma de Mallorca en 2012. Pues nada, palmero, sube a la palma, y
dile a la palmerita… Sí, ya sé que esa canción es una isa que pertenece al
folclore de las Islas Canarias y, también, que forma parte de la estructura de
la marinera limeña de término ya que la canción viajó a Jalisco y a Lima. Pero,
y así lo entiendo, me parece una estupidez que el Parlament pierda el tiempo en
esos detalles. Es como si al Gobierno de Aragón le diese por quitar el apellido
a La Almunia
de Doña Godina, la Junta
de Castilla y León truncase el nombre de Mansilla de las Mulas, o la Comunidad de Madrid
llamase Sevilla a Sevilla la Nueva. Podría
suceder que alguien enviase una carta a un ciudadano de Sevilla la Nueva y apareciese el
cartero con la carta en la mano por Sierpes o por República Argentina, que
también tiene palmeras a ambos lados de la calle. Precisamente ahora hace un
siglo en que más de 500 pueblos españoles cambiaron de nombre por decreto. La
razón era que más de mil de los 9.266 pueblos existentes entonces se llamaban
de la misma manera. Fue entonces cuando la Real Sociedad Geográfica propuso una reforma de la nomenclatura
por Real Decreto de 27 de junio de 1916, refrendado por el conde de Romanones y firmado por Alfonso XIII. Así, Roquetas pasó a ser «de Mar», Moncada sumó «y Reixach», Buitrago el apellido «de Lozoya» o San Fernando «de Henares», etc.; y así hasta 573
municipios. Manuel Foronda, promotor
de esa reforma, contó al diario La Época (4 de julio de 1916) que estudiando las etapas
recorridas por Carlos V en sus
viajes por España, se encontró con un sinnúmero de localidades y poblaciones
que llevaban los mismos nombres, y éstos, sin calificativo o añadido alguno que
entre sí los diferenciara. El experto, que recibió el título de marqués de
Foronda entre otros méritos por esta normalización toponímica, destacaba cómo
existían, por ejemplo, seis “Villaverde” esparcidos por España. De ahí la
necesidad de ponerles “apellidos”. Cosa distinta fue la que hizo Franco, al cambiar el toledano nombre de
Azaña por el de Numancia de la
Sagra por razones de enfermizo encono hacia la figura del
último presidente de la II República,
o los rocambolescos nombres que recibieron durante el franquismo los diversos
pueblos de colonización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario