Leo en Heraldo de
Aragón que “el
grupo parlamentario de Podemos en el Congreso ha presentado una proposición no
de ley que, de aprobarse, obligará al cambio de las matrículas de
estos vehículos por otras de color azul. El objetivo es incorporar
un elemento
diferenciador para evitar la piratería en este sector, uno de sus principales
frentes de batalla”. Me
parece importante luchar contra el intrusismo profesional, pero en otros campos
parece labor ardua y harto dificultosa. Hace años, por ejemplo, recuerdo que
los sacerdotes llevaban una ridícula tonsura en el colodrillo del tamaño de un sentado, o sea, del diámetro de un duro
de plata de Amadeo I. Pero la
tonsura desapareció en 1972, cuando Pablo
VI la abolió con su carta apostólica Ministeria
quoedam en perjuicio de los salones de peluquería, a los que redujo sus
ingresos en las ciudades con sedes episcopales, verbigracia: Tarazona. En todas
las barberías de mi infancia y juventud recuerdo que en su tarifa de precios
figuraba el importe por hacer la tonsura sin necesidad del uso de la bigotera.
En este sentido, recomiendo la lectura de Guía
del peluquero (revista mensual) ilustrada por Domingo Gascón; donde, por cierto, en su número 105 (Madrid, julio
de 1880) aparecía un anuncio de La Orcescine, en el número
58 de la calle del Coso, en Zaragoza, donde se promocionaba una tintura vegetal
para los cabellos y la barba a base de agua de nueces; caja, 20 reales. Anuncio
que figuraba junto al Agua capilar
del doctor R. Brim y el nuevo polvo
de arroz sin bismuto Fleur de Jouvence,
preparado por MM. L. Hugot y
Eyraud, Boulevard Malesherbes, 40, París. Pues bueno, a lo que iba.
Los taxistas podrán llevar, si acaso sale la propuesta de ley adelante,
matrículas azules. Pero ello no impedirá el uso del teléfono para la contratación
de los BlablaCar por muy piratas que sean, y que se trata de una
plataforma digital que pone en contacto a personas para compartir los gastos de
un viaje. De hecho, no necesitan de ninguna licencia para operar -según
manifestó su director general Jaime
Rodríguez de Santiago-Concha a El
Mundo el pasado 20 de octubre- porque la ley en todos los países de la Unión Europea los
ampara para prestar servicios y a su libertad de
establecimiento. Algún día de estos habría que hablar sobre el ridículo precio
inicial de las licencias de taxi concedidas por los ayuntamientos y
su posterior traspaso a precios de
piso de lujo en la madrileña calle de Serrano. Ya puestos…
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