sábado, 25 de diciembre de 2021

Del hilo al ovillo

 


A mi entender, mantener durante diez años en antena un tostón insufrible es un fenómeno que debería estudiarse a fondo. Es lo que sucede con el culebrón “Amar es para siempre”  a la hora de la siesta. Cuando la vulgaridad adquiere carta de naturaleza,  cuando actores secundarios son parados en la calle para ser saludados, cuando se pretende hacer libros de cocina basados en la taberna de “El Asturiano” con las croquetas John Wayne de Pelayo Gómez, o que se convirtiese en todo un best seller el libro “La cocina de  Manolita y Marcelino” (Editorial Debolsillo, 2012)  que rondaba un  precio de venta de 248 euros, es algo que no tiene explicación. En su interior hay un conjunto de recetas tradicionales, viejunas diría yo, extraídas de no sabemos dónde, aunque tengo la sensación de que ya aparecieron en aquel magnífico libro “Manual de Cocina. Recetario” que hizo para la Sección Femenina de Falange Española Ana María Herrera (Aguilar/Edaf, Colección Biblioteca del Recuerdo, 1950) ya descatalogado, con un amplio formulario culinario dirigido a las amas de casa en un intento de tener contentos a sus maridos, a los que, según el nacional-catolicismo reinante se les ganaba por el estómago. Sobre aquel libro (editado en cartoné y hoy de coleccionismo) señaló Manuel Martín Ferrand que “era de lo mejor que se había escrito en los últimos tiempos”. Pero aprovechar el “tirón” de un culebrón vespertino infumable para promocionar el libro de cocina de “El Asturiano” (un supuesto bar de la madrileña Plaza de los Frutos y que forma parte del decorado de un plató televisivo) se me antoja poco serio. Ana María Herrera publicó otros dos libros: “Cocina regional” (1953) y “Recetario de olla a presión y batidora” (1958).  Había quedado viuda y con dos hijos a la muerte de su marido durante la Guerra Civil. Encontró trabajo en Auxilio Social, y más tarde en la Sección Femenina como auxiliar. Tras pasar por la Academia de Gastrónomos de Madrid, impartió clases en diversos centros de educación. Eran años duros en los que resultaba difícil conseguir alimentos, si se tiene en cuenta que la “cartilla de racionamiento”, establecida por O. M. el 14 de mayo de 1939, controlada por la Comisaría General de Abastos, quedó suprimida por el entonces ministro de Comercio Manuel Arburúa en 1952.

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