domingo, 12 de diciembre de 2021

Elogio del champán de los pobres

 


El jueves, 29 de agosto de 2013 (BOE 207, secc.III, pág. 63265 a 63280) en el apartado “Otras disposiciones” “Comunidad Autónoma del Principado de Asturias”, aparece la “Resolución de 26 de junio de 2013, de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, por la que se incoa  expediente para la declaración como bien de interés cultural de carácter inmaterial la cultura sidrera asturiana” Esas quince páginas, a mi entender, se me antojan lo más parecido una tesis doctoral con resultado de “sobresaliente cum laude”. Personalmente, reconozco que  aborrezco leer todo aquello que me aburre, entre otras cosas el Boletín Oficial del Estado, que el arma más eficaz que tiene el Gobierno para obligar a los ciudadanos a que las leyes plasmadas sobre papel se cumplan sin excusa ni pretexto. Pero miren ustedes por dónde, me resultó una delicia haber podido leer esas quince páginas, en las que he aprendido muchas cosas que ignoraba sobre la sidra, ese “champán de los pobres” que en casa de mis padres se bebía cada Nochebuena en copas de fino cristal “Pompadour”, basadas en aquellas copas de porcelana diseñadas para el champán por encargo de María Antonieta tras haber tomando como modelo su seno izquierdo, y que en la actualidad se usan por los horteras para servir daiquiris con mucho hielo pilé. Para el champán, también para el cava, se ha optado desde hace ya bastante tiempo por la “copa tulipán”. Afirman los entendidos que su diseño alargado y estrecho mantiene las burbujas durante más tiempo y evita la pérdida de gas. Tonterías las justas. No hay que hacer ni caso a aquellos que pretenden imponer sus criterios; menos aún cuando lo glamuroso parece que sea beber cerveza a morro. La espicha (apertura de un tonel de sidra) tiene un origen arraigadamente tradicional en Asturias. Era costumbre en el Principado que el propietario del lagar, antes de corchar la sidra, invitase a los vecinos que le habían ayudado en su elaboración y se bailase al son de las gaitas. Solo faltan dos semanas para las fechas navideñas. Yo volveré a tomar aquella sidra de Valle, Ballina y Fernández con el mismo ceremonial de siempre: quitar el empapelado plateado, proceder a la apertura del morrión (jaulilla de alambre que se calza sobre el cuello de la botella), movimiento de la mano sobre el tapón para que mueva, y observar como sale el corcho disparado hacia el techo del comedor, como el chupinazo del cohete volador del Mago Pirulo reflejado en la obra gráfica del motrileño Francisco López Rubio en “Gente Menuda”.

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