domingo, 26 de diciembre de 2021

Ojo al gorila

 


Señala la prensa que el tradicional discurso del Jefe del Estado del pasado viernes, con una duración aproximada de doce minutos, ha perdido casi tres millones de espectadores. Para Alfonso Ussía ha sido el más flojo del reinado de Felipe VI. Y añade que  “la estancia en la que grabó su discurso, no era el sitio adecuado” y que “era de una vulgaridad pasmosa”, en referencia a “esa especie de salita de estar en la que solo se echaba de menos un mueble-bar y una bicicleta estática para hacer gimnasia”. Se trataba de la sala contigua al salón de recepciones de la Zarzuela. El discurso fue impecable: el volcán, la covid, el empleo juvenil..., pero sin hacer alusión alguna a su padre, el Rey emérito, que sigue con los pies en polvorosa, por decirlo en lenguaje de germanía. Al Jefe del Estado le encontré triste y avejentado, pese al maquillaje previo a ponerse frente a las cámaras, su afeitado impecable, su traje azul, su camisa blanca provista de gemelos, su moderna corbata “estilo Dustin y su evidente teñido de pelo. Se le nota que le ha caído encima el peso de la Corona en tiempo de tribulación. Es consciente de que el país no está para coñas, que el ciudadano de a pie, que paga sus impuestos, demanda explicaciones sin fisuras. A veces, donde menos se espera salta la liebre. Eso lo supo bien su bisabuelo, que vio temblar el Trono tras el “Pacto de San Sebastián” y que  estuvo obligado a poner los pies en Cartagena tras conocerse el resultado de unos comicios municipales el 12 de abril de 1931. Cierto es que España tenía cuatro problemas: la falta de una verdadera representatividad política de amplios grupos sociales; la pésima situación de las clases populares, en especial las campesinas; los problemas derivados de la guerra de África y el nacionalismo catalán, espoleado por la poderosa burguesía barcelonesa. Hoy los problemas son otros, pero no muy distintos a aquellos. Es mala idea colocarle a unas zapatillas de cuadros unos finos tacones de aguja. Como cantaba Georges Brassens: “Ojo al gorila”.

No hay comentarios: