miércoles, 8 de diciembre de 2021

Queda tiempo para los obituarios

 


Hoy, leyendo la prensa, me he topado de frente  El Debate con un artículo de Mayte Alcaraz  (“La Reina olvidada”) que me ha transportado al recuerdo de otras lecturas, concretamente al “La vida trágica de la emperatriz Carlota”, escrito por Armando Praviel en colección “Austral”. Aquella  Carlota,  princesa de Bélgica, fue desdichada por el efímero reinado de su marido, Maximiliano de Habsburgo-Lorena, que pretendió ser emperador de México y terminó siendo fusilado; y ella, su mujer, que acabó perdiendo el oremus. Las pretensiones de un archiduque austríaco en México, donde se produjo la calamidad de Querétaro y el hecho de ser derrotado en el Cerro de las Campanas, quedaron disueltas de la forma más expeditiva el 19 de junio de 1867. El Debate Púbico Mexicano escribió entonces: “El plomo regicida ha hecho su trabajo en México y es el ingrato a quien Maximiliano quería llevar la paz y la civilización que dirigió el arma asesina en el seno noble en el que un latido del corazón completo para sus temas de amor y devoción” Pues bien, Mayte Alcaraz, como digo, hace referencia al aparente ostracismo que sufre en la actualidad la consorte de Juan Carlos de Borbón. “Aquí, salvo en contadísimas ocasiones -señala Alcaraz-, la presencia pública de Doña Sofía es cada vez más escasa y en muchas ocasiones pasto de crónicas basuriles sobre su atribulado matrimonio”. A continuación se centra la articulista en el meollo de la cuestión: “Al final, los amigos de Pedro Sánchez y la ingratitud de parte de la sociedad, han conseguido lo que pretendían: echar de su patria al Rey que, teniendo los resortes de poder que le donó la dictadura, renunció a ellos para crear una democracia, y, de paso, orillar a la que fuera Reina consorte de España durante 39 años, probablemente la mujer española más valorada por la opinión pública. Porque la opinión publicada, con sobrepeso gracias a las mamandurrias que le regala el Gobierno, la desdeña en el epílogo de su vida, como si solo fuera una extemporánea figura asida siempre al brazo de su hermana Irene”. A Mayte Alcaraz habría que recordarle que aquí nadie ha echado de su patria al rey emérito, salvo que haya existido un presunto pacto entre el Gobierno y La Zarzuela para que éste permanezca fuera de España, cuestión que desconozco; que el rey Juan Carlos I renunció a todos los poderes que le había concedido Franco, como no podía ser de otra manera; que la democracia la trajeron todos los ciudadanos que votaron la Constitución del 78; que la reina consorte no es una “extemporánea figura” sino una señora respetable y respetada; y finalmente, que si va siempre asida al brazo de su hermana será, tal vez, por sentirse muy unida a ella. Manuel Rodríguez Carrajo señalaba en un ensayo (“La soledad de las personas mayores”) que “una cosa es la soledad y otra muy distinta es sentirse solo. El sentirse solo es saberse incomprendido, incomunicado, desconectado del mundo que a uno le rodea; el sentirse solo es ir por la calle tropezando con la gente, cruzándose con ella, sin que nadie sea capaz de dirigirle una palabra”. No es su caso. En otro artículo antiguo, Amando de Miguel hacía referencia a las tres soledades existentes: la impuesta, la deseada y la inducida. Y Lope de Vega escribió al respecto: “A mis soledades voy/ de mis soledades vengo/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos”. Posiblemente la soledad conduce al aburrimiento y al aborrecimiento, sobre todo cuando es por imperativo de su realidad. A Mayte Alcaraz le recordaría que en España hay personas mucho más necesitadas de ayuda que la consorte del rey emérito y con menos recursos económicos. Queda tiempo para los obituarios.

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