domingo, 5 de diciembre de 2021

¿En efectivo o con tarjeta?


A mi entender, abonar una cuenta de casi cuatrocientos euros en un restorán con más estrellas Michelín que las que lleva bordadas un general bananero en las hombreras no me parece excesivo, si se tiene en cuenta que hay un cocinero luchando a brazo partido en la cocina por cada comensal, y un sommelier a disposición del cliente vestido de negro con mandil, equipado de todas sus herramientas: sacacorchos, corta cápsulas, platillo para el corcho, termómetro, decantador, cubitera, atrapagotas para evitar se deslice por el cuello de la botella y ensucie el mantel, cestillo, etcétera, por cada comensal que espera en la sala a que le sorprendan en el difícil arte del buen yantar. Lo malo viene cuando vemos por televisión a algunos cocineros, dueños de esos restoranes de postín,  anunciando comida-basura con elevadas concentraciones de grasas,  caldos de pollo con “sabor casero” envasados en tetrabriks, o fastfood de más baja estofa. Así, David Muñoz Rosillo (también conocido como Dabiz Muñoz) dueño de los restoranes madrileños DiverXo, StreetXo y GoXo, (el primero de ellos en posesión de 3 estrellas Michelín)  cuenta con un menú degustación que recibe el nombre de 'La cocina de los cerdos voladores', que tenía un precio de 250 euros y que incluía una opción de maridaje con un coste de 150 euros y que, ahora, se ha visto obligado a tener que subir el precio de su menú a 365 euros por motivos que desconozco. Pero no pasa nada. Sarna con gusto, no pica. Seguro que se sigue llenando el comedor de miércoles a sábado. El menú degustación se compone de 20 pases (como en aquellos cines de sesión continua) incluyendo los postres. Claro, también es cierto que en un restorán de carretera, o en el que hay cerca de tu casa al que acudes cuando estás de “rodríguez”, no puedes degustar lomo tostado al wok con suquet de salmonete al achiote, ni cabeza frita de no sé qué cabeza frita, ni el hígado de rape micuit con salsa barbacoa de tamarindo, ni bogavante a la brasa con aliño de yuzu-kosho, llili bulb, galga y mantequilla rosa de hibisco y oloroso. Vamos, ni de coña. Y esas cosas, amigo, hay que pagarlas (en efectivo, con tarjeta, o con dinero del Monopoly para construir rascacielos) si se quiere formar parte del selecto club de los sansirolés.

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