jueves, 9 de diciembre de 2021

Principios y síndromes

 


En su artículo de hoy en ABC de Sevilla, Antonio Burgos hace referencia a las sociedades familiares, cuando el padre, verdadero creador de un negocio, deja las riendas en manos de sus herederos, en referencia a Amancio Ortega, que se ha desprendido de Pablo Isla para colocar en su puesto de presidente de la sociedad a su hija Marta Ortega. Ignoro la capacidad empresarial de la hija del dueño del imperio Inditex, que cuenta con más de 6.600 tiendas de ropa dispersas por todo el mundo y que alcanzó una revalorización en Bolsa del 900% durante la etapa del presidente ahora cesado, que dejó Altadis en 2005, fichó por la empresa gallega, y renunció a su puesto de consejero en Telefónica en 2017 tras el nombramiento en 2016 de presidente de Telefónica José María Álvarez-Pallete, que ha llevado las “matildes” a cotizar a precio de risa. Pues bien, Burgos, lacayo hasta la grosería, entiende que “en España el pueblo tiene un innato sentido dinástico”, algo de lo que discrepo profundamente. Cuando los padres dejan los negocios en manos de sus hijos suele peligrar la supervivencia de la empresa y lo “normal” es que el negocio entre en quiebra antes de la tercera generación. En ese sentido, Rafael  Álvarez-Novoa  señaló en Cinco Días (25 de enero de 2015) que “es vital distinguir el patrimonio de la gestión diaria. Quizá es fácil de decir y difícil de hacer, pero si no hay alguien válido en la familia hay que delegar en un profesional”. Eso hizo Amancio Ortega y le salió bien. De paso, Burgos aprovecha para contar que la Fundación Amancio Ortega “llevó a cabo obras humanitarias pagando carísimas máquinas de salvar vidas a los hospitales”. Lo que no cuenta Burgos es que más tarde  el altruista Ortega recuperó el dinero empleado en la donación de los aceleradores lineales por la vía de las desgravaciones fiscales, ya que la normativa tributaria permite desgravar en el IRPF y el Impuesto de Sociedades, respectivamente, el 35% de las aportaciones empresariales y el 40% de las societarias a las fundaciones que realizan donaciones de este tipo. En ambos casos, con un límite en el 10% de la cuota anual pero con la posibilidad de distribuir el exceso en los diez ejercicios siguientes. Una cosa queda clara (como indicaba en un twitter en el diario Público @isaserras #DebateMadrid26M): "La sanidad pública no puede depender de la caridad o del humor con que se levanten los millonarios. Lo que necesitamos es que las personas como Amancio Ortega paguen sus impuestos". Así de claro. Recuerde el lector que existen otros principios y síndromes, además del “Principio de Peter” a tener en cuenta. Es el “Principio de Dilbert”: “Las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño en sus estructuras que son capaces de provocar"; y el Síndrome del Escarabajo: “Un comportamiento que permite a los líderes rodearse de individuos afines que nunca van a poner en duda su liderazgo ni sus aptitudes”. Aquí lo dejo. Que tengan un buen día.

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