Juan José Tamayo, en su artículo "Un funeral civil por las víctimas de Barajas" (El país, 8.9.08), señala lo que todos conocemos, que se ha anunciado un funeral por los muertos de Barajas en La Almudena para el próximo día 11, que será oficiado por Rouco Varela, etcétera. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Pero, en ese artículo de prensa, Tamayo comenta: "De nuevo vuelve a repetirse la confesionalización católica de la muerte, como sucediera tras el atentado terrorista del 11-M y, posteriormente, con motivo del fallecimiento del ex presidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo. De nuevo se incurrirá en un tremendo error conforme a la actitud tan carpetovetónica de mantenella y no enmendalla. (...) El funeral católico programado demuestra lo lejos que estamos del Estado laico, supone una falta de respeto al pluralismo (...) y hiere las convicciones y sentimientos de las personas y familias que no comparten creencias católicas."
Pero, antes de nada, nos recuerda una descripción que hace el filósofo alemán Ernst Bloch en el tercer volumen de "El principio esperanza" sobre la muerte. "La muerte -dice el filósofo- es la más fuerte y trágica antiutopía, la aniquilación de toda dicha y la disolución de toda comunidad; borra la más impresionante experiencia existencial, es decir, la existencia misma. No hay ningún enemigo tan inesquivable, ninguna certeza en esta vida tan incierta que pueda ni siquiera compararse con la certeza de la muerte. Las mandíbulas de la muerte aniquilan todo." En suma, sobra el funeral católico. Y está de más la presencia de los Reyes, de los ministros del Gobierno, de los presidentes de las comunidades autónomas y de los familiares de los fallecidos. La muerte siempre produce costernación. Y un funeral presidido por Rouco Varela, el valedor de Jimenez Losantos en la COPE, transmitido por la televisión estatal para el resto de los españoles transmite vergüenza ajena a los demócratas. Si los reyes, los príncipes, los ministros y demás autoridades invitadas al acto se aburren, que se compren un mono. La soberanía reside en el Pueblo. Y el Pueblo soberano se empieza a cansar de que lo utilicen.
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