Los vecinos de Toro, en Zamora, sacaron ayer tarde a la calle a la Virgen de los Remedios. Hasta ahora se procesionaba a las imágenes sagradas para pedir lluvia y todo lo relacionado con los meteoros. Pero la cosa está que arde y el banco Lehman Brother, que soportó hasta la caída de las torres gemelas, se ha venido abajo a plomada y el FMI asegura que "lo peor está por llegar". Comprar hipotecas de alto riesgo y revendérselas a otros suele dar resultado hasta que se seca la liquidez, ante la falta de confianza de otros bancos para prestar. Vender hipotecas no es como vender calzoncillos "Cañamares", o batas de guatiné. La cosa tiene su intríngulis cuando el banquero piensa como el bancario, que son distinta cosa. Ahora está en el aire, pero como el avión de Spanair, la aseguradora AIG. Pero ha dicho Juan Ramón Quintás, presidente de la Ceca, que España está a salvo de momento. Lo mejor que podemos hacer ahora es no mirar para la Meca y evitar en lo posible mandar barcos de guerra a la isla de Perejil. Rajoy también ha explicado que, mientras 180.000 inmigrantes cobran el paro, 20.000 andaluces han vuelto donde solían; o sea, a recoger uvas a Francia.
Claro, presentado de esa manera, en blanco y negro, equivale a echar marcha atrás la moviola con los trenes de tercera y la maleta de madera. Lo que no cuenta Rajoy, por no considerarlo políticamente correcto, es que los españoles que acuden hoy a vendimiar a Francia cobran sobre los 2.000 euros mensuales en jornadas de cuarenta horas semanales, que comen y duermen de forma digna por cuenta del "monsieur" que los contrata, y que, además, cuando se jubilan, reciben una pensión vitalicia del gobierno francés por el tiempo cotizado en el país vecino. Vamos, que lo de ahora en nada se parece a los tiempos pasados, cuando se trabajaba a destajo y se dormía en lóbregos barracones. Tampoco ve bien Rajoy que, a quiénes se les retuvo en nómina durante el tiempo trabajado, cobren al llegar las vacas flacas el subsidio de paro, por el simple hecho de no ser españoles. A Rajoy habría que sacarlo en procesión junto a Esperanza Aguirre, de mantón de Manila y peineta española, como ventilan cada año a la Virgen de los Remedios de Toro, para que a ambos les diese el aire. Les falta un poco de oreo. Con un incensario, y vestido de monaguillo, quedaría bien Jiménez Losantos, que posee el cuerpo aniñado de santo Dominguito de Val y el rostro del sayón que asoma en las peanas de Viernes Santo, con mirada de malo de la película y colocando la corona de espinas a Jesucristo. Todo muy surrealista. Pero no teman, no debemos asustarnos todavía. Ya quedará tiempo. Lo peor está por llegar. Lo asevera el mono de la etiqueta del anís: "la Ciencia lo dijo, y yo no miento".
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