lunes, 22 de septiembre de 2008

La lluvia en los cristales...

Escribe Antonio García Barbeito en ABC de Sevilla: "Vendrán las lluvias.y vendrán tantas que el verano acabará ahogándese en los charcos de la vega y en la empapada carne de los árboles. Incapaz de calentar el mediodía, el verano renunciará a la pelea". Si, las lluvias ya ha llegado y en algunas zonas de Madrid de forma torrencial.

Aquí, en Zaragoza, ya no va a hacer falta la ayuda del azud para que naveguen esos barquillos silentes que semejan corconeras, aquellos vapores airosos que circulaban a mediados del siglo XIX entre Pedreña y el Puntal y que costaba el pasaje un real. Se llamaban corconeras por su parecido al ánade de color negruzco que abundaba en aguas del Cantábrico. Nos cuenta José María Gutiérrez Calderón que tenían un muelle particular cómodo y bien construído, frente a las casas números dieciséis y diecisiete del muelle de Calderón. Murieron cuando se abrió a la explotación el ferrocarril de Santander a Solares, en 1892.

Por estos pagos hemos descubierto que existe un río, el Ebro, al que el pasado mes de junio engalanamos, presentamos en sociedad y pusimos de largo, como a una señorita de baja cuna en el Gran Hotel, al comienzo de la Expo. Y, como diría Antonio Burgos, a las riberas les plantamos "palmeras, jacarandas, buganvillas, magnolios, vencejos y canarios que cantaban su mozartina flauta mágica en jaulas colgadas de altos balcones a mayor gloria de Dios".

Ha llegado el otoño y se acabó la fiesta. Ahora pintan bastos y ya oigo como resuenan las trompetas de Jericó anunciando quiebras bancarias y crisis empresariales. Se nos han caido los palos del sombrajo y un periódico nos recuerda que J.A. Belloch, alcalde de Zaragoza, gana 108.012 euros al año, o sea, más que el presidente del Gobierno. Y a los ciudadanos se nos ha helado la sangre entre silencios mudos -perdonen el pleonasmo- que se traducen en un clamor sordo que entolda el cielo, envuelto en el eco desnudo de tantos silencios cobardes.

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