jueves, 4 de septiembre de 2008

Ya vamos llegando a Pénjamo

"Ya vamos llegando a Pénjamo, ya vemos sus bellas cúpulas..." ¿Recuerdan la vieja canción? Yo no sabía dónde estaba Pénjamo. Tal vez en el país de Jauja. Con el tiempo descubrí que era un municipio de México, en el Estado de Guanajuato, a orillas del río Turbio. Pues bién, Celestino Corbacho ya ha retomado las negociaciones con los "interlocutores sociales". Por estos andurriales han colisionado dos vectores de fuerza, por un lado, el drama de los parados; por el otro, el síndrome postvacacional. El resultado de semejante encontronazo está dando de momento, y como resultado, una regla muy simple: el número de parados a fecha de hoy (2'5 millones de curritos) es equivalente al número de funcionarios del Estado.

En medio del espanto, el juez Garzón anima a los españoles a denunciar más desapariciones de ciudadanos en cunetas y descampados, pero a Rajoy se le antoja que no hay que reabrir heridas. Este hombre, una de dos, o detenta encefalograma plano, o ignora cómo está la situación. Porque, de los muertos, señor Rajoy, ya no quedan heridas que curar, sino calaveras que besar. Aunque peor que lo de Rajoy, si cabe, fue lo escuchado por boca de Mayor Oreja, ambos compañeros de partido y de butaca en pasados Consejos de Ministros. Este botarate consideraba hace pocos meses como "un disparate" la decisión de Garzón de abrir zanjas. Entendía que durante el largo franquismo "muchas familias lo vivieron con naturalidad" y que aquella época "fue una situación de extraordinaria placidez". Hombre, depende. Como escribió Labordeta en "Público" no hace mucho, no era lo mismo ser un caballero mutilado, con derecho a estanco, a medalla de Sufrimientos por la Patria y a despacho en el Sindicato Vertical, que un puto cojo de mierda sacando brillo a los zapatos de los clientes de un cafetín, o vendiendo pipas de girasol y cigarrillos sueltos en un frío chaflán, a la salida de un teatro.

No hay comentarios: