miércoles, 13 de octubre de 2010
Adiós, Corbacho
Conocido es que la energía ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma. Este principio físico lo ha tomado Celestino Corbacho para decir en las Cortes, en su última sesión de control al Gobierno, la de esta mañana, que “el trabajo no lo crea ni destruye el Ministerio de Trabajo”. Hombre, eso ya lo sabíamos todos. ¿Y el INEM, qué misión cumple? Este señor se marcha a Cataluña después de haber pasado por el Ministerio como la luz por un cristal, o sea, sin romperlo ni mancharlo. De paso, ha aclarado, supongo que para los menos avisados en cuestiones de fe y costumbres socialistas, que “los más de cuatro millones de parados son consecuencia de la coyuntura económica”. ¡Joder tío, qué lumbrera! Es decir, que el paro disminuiría considerablemente si los bancos concediesen créditos a las pymes a interés cero, si las pymes pudiesen contratar y despedir a su antojo y, si además de todo ello, los sueldos se pudiesen rebajar a la mitad, se pagara la cuarta parte de impuestos de sociedades, se aumentase la productividad y las ocho horas de trabajo fueran doce. Vamos, como hacen los chinos con las tricotosas en su país, antes de enviar los suéteres a don Isidoro. Corbacho se marcha, no con cuatro millones de parados, sino con cinco millones doscientos mil. Esa diferencia se debe a que los parados “obligados” a hacer cursillos, siguen cobrando las prestaciones sin figurar en las listas. Pero “como no hay mal que por bien no venga” (frase histórica dicha por Franco a la muerte de Carrero), Corbacho dice que se marcha “con satisfacción" por los logros del Gobierno, es decir, por haber doblado la atención a los parados, extendiendo la cobertura por desempleo a más de tres millones de personas. Eso es como decir que existen cinco millones de enfermos de tos ferina, pero que en caso de que se mueran tendrán el entierro gratis. ¡Vaya ánimos! La cobertura de paro, que yo sepa, es algo que a todos los trabajadores se nos resta de la nómina mientras estamos en activo. A Corbacho habría que decirle que “su satisfacción por los logros del Gobierno” es un desprecio a la inteligencia colectiva de todo un pueblo y a la dignidad de toda una generación preparadísima y desesperada, que lo ve todo más negro que la sotana de un cura.
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