miércoles, 6 de octubre de 2010
Velos de muerte de la tarde quieta
Vamos a ver: si los terroristas de ETA Besance y Atristain, detenidos el pasado 29 de septiembre, han reconocido que la banda se entrenaba en Venezuela y la vicepresidenta del Gobierno asegura, a su vez, que “no hay constancia de una relación entre la banda terrorista y el Gobierno de Chávez”, quiere decirse, una de dos, o que la señora De la Vega miente a los ciudadanos o, lo que es aún peor, que no se entera de lo que acontece ni en el mundo ni en su entorno monclovita. Los españoles llevamos toda la Legislatura sometidos a engaños por parte del Ejecutivo. Primero se negó la crisis, después el presidente del Gobierno dejó claro que no se iba a tocar el sueldo ni de los funcionarios ni de los pensionistas; y, ahora, cuando todo el Gobierno huele a fosfatina como ese pañuelo de la hija del sepulturero, según nos contaba en sus versos Gabriel y Galán, nos sale la señora De la Vega con un nuevo romance. ¿ A quién intenta convencer? Guerra ha hablado de perdedores, pero a toro pasado; Aznar ha conferenciado, con su particular romance de valentía, que de nada sirve en estos momentos; Zetapé reconoce que Gómez es el mejor, como el mono de la etiqueta del anís badalonés de don Vicente Bosch: “Es el mejor. La Ciencia lo dijo y yo no miento”. ¡Qué pena de hombre! Felipe González mueve peones dentro de las filas de los dinosaurios socialistas; Rajoy permanece agazapado bajo la mata esperando que caiga la breva de la higuera, sin saber que la sombra de la higuera trae mal fario para el que permanece debajo de ella; Trinidad Jiménez ni está ni se la espera; Rubalcaba y Blanco tiemblan pensando en las catalanas del 28 de noviembre; los príncipes de Asturias se dan un baño de multitud en las tierras de Castilla. Todo sea por afianzar el futuro incierto de la Corona. Y los ciudadanos como siempre, bien, gracias a Dios, pero en la inopia por no perder la costumbre. ¡Ay, De la Vega, De la Vega…! Escúcheme atenta el final de la historia, que aquí se acaba la foto de Vogue, los modelitos de la niña de la estación, los cuentos para asustar sietemesinos, las mentiras patológicas, las cuentas de don Pirulo, el “adiós mi España querida” de Valderrama y el caracolillo de la Niña de los Peines: “Me lo dijo un mozo:/ --¿Vé usté esos pañuelos?/ Pues se cuenta que son de otras mozas…/ ¡de otras mozas que están ya pudriendo!.../ Y es verdá que paece que güelen,/que güelen a muerto…”
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