sábado, 2 de octubre de 2010
Dragó, a go-gó
Sánchez Dragó, en el periódico de Pedrojota, lanza una perla cultivada que me deja patidifuso: “Deberíamos bajar los impuestos a quienes ganan o tienen mucho para que mejore la condición de quienes no están en ese caso. Los ricos, por su laboriosidad, perspicacia y espíritu de iniciativa, merecen un premio; los pobres, un castigo fiscal, ligero, para que espabilen”. Hombre, esas cosas, de haber sido escritas por Julio Camba tendrían su apostura. Pero salidas de la pluma de Sánchez Dragó la cosa cambia. En eso de dar y tomar, o sea, conceder un premio al rico por el simple hecho de serlo, o castigar fiscalmente al pobre para que escarmiente por no ser rico me recuerda un artículo de Camba, ya que lo he nombrado líneas más arriba, donde contaba que un día Edgar A. Poe escribió una carta a un amigo donde, a la vez que le prodigaba unos magníficos consejos, le intentaba “sablear” cincuenta dólares. Lo más probable es que aquel amigo se quedase con la carta, el dinero y los sabios consejos. Entre patronos y obreros, o entre los de arriba y los de abajo, siempre existieron distinciones a la hora de premiar el esfuerzo de ambos. Es más, en ocasiones parece necesario “justificar” incluso desde el Estado que tales distinciones se entregan a todo aquel que lo merece. Para ello se crearon las medallas en sus modalidades de oro, plata y bronce. Eso lo descubrimos con demasiada frecuencia con la concesión de la conocida “Medalla al Mérito en el Trabajo”, donde conozco situaciones sangrantes de puro injustas. En eso de dar, no sé; pero en tomar, Sánchez Dragó es un maestro del “qué hay de lo mío”, tanto en tiempos de José María Aznar como ahora, con Esperanza Aguirre. Que con su pan se lo coma.
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